La película de un fracaso
Mientras Karl Lagerfeld da la espalda a la cámara para cenar solo en la penumbra de su apartamento en Montecarlo, aparece la gran lección del documental sobre él dirigido por Rodolphe Marconi que se estrenó en Francia en febrero. Lagerfeld Confidential es un bonito ejemplo de cómo tirar a la basura un material suculento. Su mayor mérito está en demostrar, una vez más, que es la parte más miserable de la moda la que mejor funciona en fotogramas.
Por algún motivo, son las costuras rotas las que más favorecidas se ven cuando las cámaras se encienden en busca de más que mera representación. Robert Altman se estampó a lo grande cuando trató de inmortalizar el circo fashion en Prêt-à-porter (1994). Ahí está el vestido metálico que hiere a las modelos en ¿Quién eres tú, Polly Magoo?, de William Klein (1966), un título memorable por su permanente irreverencia. O el rapapolvo que Meryl Streep le espeta a la pobre Anne Hathaway acerca de la correa de transmisión de un determinado azul en El diablo se viste de Prada (2006).
Una galería a la que ahora hay que añadir varios momentos del documental de Lagerfeld que, si bien fracasa en su intento de retratar a un hiperbólico personaje con un potencial semejante al de Howard Hughes o Randolph Hearst, resulta revelador en su captura de anécdotas sórdidas. "¿He estado bien?", pregunta una frágil e insegura Nicole Kidman tras una sesión de fotos nocturna. "Me ha costado, después de haber bebido y comido...".
Desde luego, no hay nada malo en que la narración audiovisual ofrezca una visión desmitificada y escéptica de la industria. Pero está por ver cómo les sienta eso a los gigantes del sector ahora que, en teoría, se avecinan los retratos cinematográficos de Coco (antes de ser Mademoiselle) Chanel y de la tortuosa historia familiar de los Gucci. El infortunio será dramáticamente más interesante, pero no vende bolsos.
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