El latido del United
Venerado por todos, Scholes actúa como el líder silencioso en el vestuario inglés
Turbado por su reiterada suplencia y porque no entendía las decisiones de Alex Ferguson, el delantero Bellion realizó una semana pésima de entrenamientos a mediados del curso 2004-05 y se enfurruñó con varios jugadores de la plantilla. Al final de la semana, la situación era insostenible y lo habitual era que Bellion, a toda prisa, abandonara Carrington, la ciudad deportiva del Manchester United. Pero un día, cuando llegó al aparcamiento, se encontró con un coche que le cerraba el paso. "Scholesy!", gritó Bellion al regresar al vestuario; "tu máquina no me deja salir".
Paul Aaron Scholes (Salford, Reino Unido; 1974), que en esos momentos se sumergía en el jacuzzi, se limitó a sonreír y soltar un expresivo: "Lo sé". Pocos minutos después, tras estirar Scholes el tiempo con sus movimientos a cámara lenta, Bellion cedió y empezó a reírse junto con toda la plantilla. El curso acabó con Bellion en el banquillo, pero con Scholes, una vez más, como el alma y guía del equipo, como el futbolista más profesional del United. De visión panorámica y pies gobernadores, el pequeño pelirrojo de mil pecas lidera hoy de nuevo a su cuadro.
"Es el último jugador que simboliza todo lo que es el Manchester", afirma Bobby Charlton "
Si llegamos a la final, haré caso al corazón, no a la cabeza. Paul jugará", dice Ferguson
Para Scholes, el fútbol es lo máximo. Pero se irrita ante todo aquello que lo envuelve. "Si se hubiera promocionado, se le incluiría como uno de los mejores medios ofensivos de la historia", murmuran los jugadores del Manchester, conscientes de su obstinación en no salir en la prensa. Pero en el equipo es el primero que da ejemplo. "Es el que mejor se entrena", resuelve Ferdinand. No hay un entrenamiento al que Scholes no salga el primero, no hay una convocatoria a la que haya llegado tarde y no existe el día en el que no haya bajado el primero a desayunar en el hotel. Inglés cerrado, cumple a rajatabla el horario británico: come a las doce en la ciudad deportiva, tras acabar el entrenamiento, y cena, con su esposa y sus tres hijos, a las seis en su elegante casa de Saddleworth Moor, barrio exclusivo en las afueras de Manchester. "Incluso su humor es puramente inglés", abunda Ferdinand.
A pesar de su extenso palmarés (una Champions y siete Premiers), Scholesy o Colorado, como le llama Tévez en referencia a su pelo y su piel, es un líder silencioso. Tímido y poco hablador, el vestuario pone los cinco sentidos cuando suelta una de sus frases: "¡Presionad más arriba!", "¡circulad el balón!". Son licencias que le permite Ferguson, con quien sí habla frecuentemente por el respeto que se tienen y la cantidad de años, 16, que llevan juntos. Sus compañeros siguen al dedillo sus instrucciones. Scholes tiene el don de aparecer donde se le necesita. "Es tan inteligente que no hace falta ni que corra. Siempre está en el sitio", explica el técnico Luis Fernández. Scholes se define por su toque preciso, su disparo mordido en las llegadas y su capacidad para leer los partidos. Imprime el ritmo del equipo. "Es único", le reconoce Ferguson.
Dentro del vestuario, se reserva. En las concentraciones, por ejemplo, nunca participa en las partidas a ocho mandos que hacen los futbolistas al SOCOM, juego bélico de la Play-Station. Prefiere quedarse en la habitación viendo el canal SkySports y atendiendo al Oldham, el club de cuando era niño, al que salvó una vez de la quiebra y en el que le gustaría acabar su carrera.
Independientemente de si Scholes juega bien o mal, Old Trafford se pone en pie cuando Ferguson le sustituye. Ovación cerrada. Y, si marca un gol, no hay una garganta que no se desgañite en entonar la canción Paul Scholes, he scores goals (él marca goles). Bobby Charlton, que mantiene el récord de partidos jugados, 759, con el United, lo tiene claro. "Es el último jugador en activo que simboliza todo lo que es el Manchester y lo bonito del fútbol", resume. O quizá no. Todos los domingos, Scholes acompaña a su hijo, un calco en todo, a jugar en las categorías inferiores del United.
A Scholesy no le quedan muchos años como profesional. En 2004, tras participar en dos Mundiales (1998 y 2002) y dos Eurocopas (2000 y 2004), ya se retiró de la selección. "Inglaterra ha perdido a su mejor jugador", describió el legendario George Best. Ni siquiera las dos llamadas del ex seleccionador Steve McClaren para que regresara cambiaron su opinión. Pero sí le queda mucho fútbol. Y las ganas de participar en la final de una Champions. En 1999, cuando el United venció al Bayern, se mordía las uñas desde las gradas del Camp Nou al estar sancionado. "Si llegamos a la final, haré caso al corazón y no a la cabeza; Paul jugará", llegó a afirmar Ferguson hace poco. "Eso sería un error porque tiene que jugar el que se lo merezca y el que vaya bien al equipo por motivos tácticos", respondió el pelirrojo. Asmático -utiliza siempre el inhalador antes de los partidos- y con botas personalizadas con sus siglas (P. S.) y su dorsal (18), Scholes sólo piensa en el Barça. Todo el Manchester le sigue.
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