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Reportaje:

Costureras del mar

Más de 1.000 'redeiras' luchan en Galicia para que se reconozca su labor

Lo suyo es coser, pero a lo grande. Trabajan cerca del mar, aunque apenas lo ven, y siempre han estado a la sombra de los marineros. Ahora se han puesto en pie de guerra y su trabajo, pieza clave para el sector pesquero, ha dejado de ser invisible. Unas 1.100 gallegas se dejan las manos a diario tejiendo redes, una profesión artesana y mal remunerada que la Xunta se ha propuesto apoyar.

A Regina las manos le van solas. Cose sin mirar, anda rápido, hacia delante y hacia atrás, siguiendo la red que tiene tensada con cuerdas entre dos de las columnas de la nave del puerto de Porto do Son. El recinto está prácticamente vacío. Sólo hay sacos con hilos y cuerdas, y un televisor. "Cuando no sabemos de qué hablar, miramos la tele para entretenernos". Ella puede hacerlo sin dejar de coser. Es lo que tienen 40 años de experiencia, "lo hago por inercia", dice. La especialidad de Regina son los miños, las redes que se utilizan para pescar lenguados y rayas. Tarda tres horas y media en hacer uno de 50 metros, así que cose dos al día y cobra 15 euros por cada uno de ellos. De los 500 euros que gana al mes tiene que pagar "la Seguridad Social y el gestor", advierte esta mujer alta, robusta, de 59 años.

Ramona, de 48 años, gana "con suerte", 300 euros mensuales

A su lado, Ramona no aparta la vista de los hilos. Es redeira desde hace sólo cuatro años, cuando decidió cambiar la aguja convencional de "hacer arreglos en casa" por la que usa ahora, grande, de plástico naranja. Tarda cuatro horas y media en hacer una de las redes que Regina termina en tres. Para ganar tiempo, a la hora de comer se lleva unas cuantas agujas y las llena de hilo en casa. "Todavía no tengo soltura, pero no le veo dificultad. Será que me gusta trabajar", resuelve esta mujer de 48 años que gana, "con suerte", 300 euros al mes.

La precariedad laboral es uno de los aspectos que la Xunta espera erradicar con el Programa Arlinga 2008, un proyecto presupuestado con 600.000 euros para profesionalizar el sector. Además de ayudas individuales de carácter anual para los gastos de autónomas, el Arlinga busca que las redeiras aprendan a crear una cooperativa para negociar los precios y condiciones que ahora marcan los armadores. Para ello, el programa, que se pondrá en marcha dentro de dos semanas, ofrecerá cursos en los 12 puertos en los que tienen sede las asociaciones integradas en la federación.

La secretaria general de Igualdade, Carme Adán, cree que el problema del sector es que siempre ha sido un colectivo feminizado. "El trabajo de las redeiras se entiende como un complemento, no como un oficio a tiempo completo". Antes lo hacían en casa las mujeres de los armadores y hasta algunos marineros. "Éramos invisibles, estábamos calladas y agachadillas", cuenta Ramona. Ahora no.

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Todas coinciden en que el mérito es de la Federación Galega de Redeiras que, desde su creación en 2004, "marcó un antes y un después", según Adán, en la visibilidad de estas trabajadoras. "Su lucha es la más importante: dar importancia a su trabajo, valorarse y unirse". Evangelina Martínez, presidenta de la Federación, que agrupa a 200 redeiras en 14 asociaciones, heredó el oficio de su madre hace 25 años. Hoy, cree que el trabajo tiene futuro, pero no hay relevo generacional. Y hay otro problema mayor: el intrusismo.

En febrero, 50 de ellas se encerraron en Inspección de Trabajo, en Vigo, para denunciar una situación que afecta, sobretodo, a Malpica, Laxe y Ribeira. Las mujeres que trabajan ilegalmente son ya el 65% del total. Cobran en negro y a mitad de precio.

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