El programa incombustible
En una época donde hay programas que apenas sobrepasan dos emisiones, la idea de un formato en directo donde varios invitados diferentes se sientan alrededor de una mesa a la hora de comer y entre plato y plato, mientras beben vino y cortan el filete, se habla de todo, probablemente sería rechazada rápidamente.
Si además quien la propone asegura que puede aguantar 40 años en antena sin bajar de popularidad, los productores tal vez le recomendarían un médico.
Pero eso es lo que va a conseguir este año Mirtha Legrand, la auténtica reina de la televisión argentina, cuando la semana que viene, por el canal América, a la 13.00, inaugure la 40ª temporada ininterrumpida de Almorzando con Mirtha Legrand. La idea es muy simple. Legrand recibe a sus invitados, toman un aperitivo, pasan a la mesa, almuerzan y se trasladan a un sofá a tomar café. Fin. ¿Una fórmula que se agota en sí misma? Los resultados hablan por sí solos. Día tras día, año tras año y década tras década, los espectadores siguen fieles a esta mujer, que ha convertido su mesa un poco en el comedor de todo el país. Con una edad que justificaría un ritmo más pausado de trabajo, Legrand sigue formando, de lunes a viernes, parte del paisaje familiar de los argentinos.
Decir que Legrand ha sentado a comer a todos los personajes importantes del país puede parecer exagerado, pero nunca una exageración ha estado tan cerca de la realidad. En su mesa se habla de todo, religión, política, sexo, arte o simples cotilleos de la prensa rosa. Sigue la actualidad y no se eluden ni los temas espinosos ni las discusiones porque La Chiqui, como se la conoce en Argentina, pregunta de todo. El secreto de la longevidad del espacio tal vez estribe en que frente a un plato las personas dicen mucho más de sí mismas que sus palabras. Ya se sabe: en la mesa y en el juego se conoce al caballero (o a la dama).
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