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Columna
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Turulata

Rosa Montero

Contemplo turulata el goteo de medidas aperturistas que el actual gobierno cubano está regalando con entrañable magnanimidad a sus gobernados. Hete aquí que, de golpe y porrazo, ¡se permite a los cubanos alojarse en los mismos hoteles que los extranjeros! ¡Hurrraaaa! Y pocos días después, ¡se autoriza la compra de microondas y vídeos! ¡Guau! Pero espera, porque todavía hay una reforma más radical e intrépida: ¡los teléfonos móviles ya no serán de uso exclusivo de los mandamases! Lo repito para que te des cuenta de la enormidad: ¡los móviles van a dejar de estar prohibidos para los cubanos! ¿No es impresionante y superguay?

Cuanto más feroz es una dictadura, más opaca resulta y más se parece a un agujero negro que no deja escapar ni un rayo de luz. Pasó con la URSS, por ejemplo; en el momento, y desde fuera, casi nadie alcanzaba a atisbar completamente el grosor del horror que ocultaba, y fue sólo después, al colapsarse, cuando fue emergiendo capa tras capa su roña indecible. Para quien quiera fijarse, hace mucho que está claro el totalitarismo cubano; acaban de cumplirse cinco años de la primavera negra, aquel paroxismo represivo que llevó a la cárcel, con penas de hasta 28 años de prisión, a 75 disidentes. Todavía quedan 58 dentro en condiciones terribles. Las Damas de Blanco, esposas de los presos, llevan años denunciando el infierno castrista con increíble coraje. Bastaría con pararse a escucharlas para saber, pero los humanos nos aferramos a nuestros prejuicios. Por eso este goteo de disparatadas medidas puede ser útil para que algunos empiecen a ver lo que no veían: un país que prohíbe alojarse en el mismo hotel que los extranjeros, comprar un microondas, tener un móvil. Lo cual no es más que un símbolo estrafalario de las otras prohibiciones fundamentales. La punta del iceberg del gran infierno.

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