Un barrio sin servicios públicos
Los vecinos de Las Tablas se sienten "pioneros" en una zona sin equipamientos
Las Tablas sigue pareciendo un decorado de cine. Una ciudad del Oeste sin sheriff en la que de noche tiemblan los escaparates ante la amenaza de alunizajes. Cuando en 1997 el Ayuntamiento autorizó los barrios del norte, anunció que acogería a más de medio millón de personas. Jóvenes parejas en busca de un precio terrestre se lanzaron a ocuparlos espoleados por faraónicas promociones urbanísticas.
Pero el tiempo pasa y la utopía de los pioneros no termina de cumplirse. Las calles son una sucesión de locales comerciales vacíos, mientras que el 90% de los pisos están ocupados. Las que quedan por llenar parece que van a tardar más porque los precios no son tan atractivos como se predijo. "Nosotros pagamos 50 millones hace cuatro años; ahora por dos habitaciones son 80", explica Víctor Urquijo, de 31 años, y media hora de peregrinación en busca de una barra de pan.
Los 30.000 vecinos están que arañan tras la cesión del Ayuntamiento de dos parcelas a centros de acogida, uno para toxicómanos y otro a "colectivos con riesgo de exclusión social", como define la terminología oficial lo que los vecinos consideran "delincuentes y presidiarios". "El problema no son los centros", precisa Lorenzo Álvarez, presidente de la Asociación de Vecinos, "sino que los coloquen a tres metros de las casas de vecinos".
"Llevamos cuatro años pidiendo más equipamientos", razona Álvarez. Los vecinos consideran que los equipamientos no son los apropiados para un barrio que tiene casi la misma población que Soria. "¿Te imaginas Soria sin comisaría?", pregunta Álvarez. La lista de agravios es importante: del transporte, de un centro de salud, de institutos de secundaria, centros de mayores... Pero la seguridad es la principal reivindicación. La comisaría más cercana está a 7,5 kilómetros. Y los coches patrulla no abundan.
Daniel Clavero, dueño de la panadería, ha sufrido varios asaltos, el último en octubre. Los cacos dejaron un boquete enorme en el cristal, se llevaron la caja y dejaron el suelo sembrado de bollos. Una vez también persiguió en coche al hombre que robó a la farmacéutica. Y Flacker, la boutique contigua a la panadería, cerró tras la negativa del seguro a cubrir el séptimo alunizaje del año.
Otra de las grandes reivindicaciones del PAU son las conexiones. El metro de la línea 10 tampoco colma las aspiraciones vecinales, ya que la distancia entre paradas es de las mayores de la región. El metro ligero tampoco tiene fama de supersónico -los vecinos lo llaman "el tren de la bruja" por su lentitud- y sólo una línea de bus llega al corazón del barrio. La estación de Cercanías, a un kilómetro de distancia, está "curiosamente" justo al lado de la nueva ciudad de Telefónica. Los vecinos sospechan que no se diseñó pensando precisamente en las necesidades vecinales.
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