La brillante ceremonia de los números redondos
Este año de 2008 ha empezado en París con la celebración multitudinaria, a través de la prensa, la radio y la televisión, del centenario del nacimiento de Simone de Beauvoir (1908-1986), la gran escritora existencialista, la compañera de Jean-Paul Sartre, fallecida en 1986, narradora existencialista (La invitada), premio Goncourt (Los Mandarines), memorialista excepcional (Memorias de una joven formal, La fuerza de las cosas, La fuerza de la edad y En resumen), autora de ensayos (Pirrus y Cineas y Por una moral de la ambigüedad) y de dos textos fundamentales, uno de ellos, el fundador del feminismo contemporáneo (El segundo sexo, vendido por millones de ejemplares en el mundo entero), y dos testamentos personales, La vejez y otro sobre los últimos años de su vida con Sartre, La ceremonia del adiós. Su centenario ha sido celebrado por todo lo alto, los más célebres semanarios le han dedicado sus portadas, como Le Nouvel Observateur y Le Magazine Littéraire, y se ha desmenuzado su apasionante y apasionada vida hasta el final. Sus relaciones con Sartre fueron emocionantes, pues se mantuvieron juntos hasta el final de sus largas vidas -él murió en 1980-, preservando lo que ellos llamaron "el amor necesario", a través de otros "amores contingentes", pues en numerosas ocasiones se fueron infieles, Sartre con numerosas amigas actrices y Beauvoir con muchos amigos, sobre todo con un escritor norteamericano, Nelson Algren, y un discípulo de Sartre (se han publicado sus respectivas correspondencias), y con el creador del espeluznante documental sobre la Shoah, Claude Lanzmann. Y acaban de aparecer sus escritos de juventud, que se unen a una biografía, Castor en guerra, de Danielle Sallenave, que desmiente la calumniosa Una dulce ocupación, de Joseph Gibert, así como la tendenciosa Memorias de una joven no tan formal, de Bianca Lamblin, una discípula suya que fue su amante y a la vez de Sartre. Pues Simone de Beauvoir fue también una seductora en todas las direcciones, a diestro y siniestro, hetero y homosexual, pues fue siempre una perseguidora del amor, lo que le hizo decir al final de sus memorias: "Me siento estafada", y punto. Pero lo que más se ha olvidado en esta unánime conmemoración es que fue Sartre quien obtuvo, pese a su rechazo previo, el Premio Nobel de Literatura en 1960.
Bien, pero no se ha tratado del centenario de Sartre, que celebramos hace cinco años, sino del de Simone de Beauvoir, que en su tiempo fue conocida como "la gran Sartrisa" y así se dijo todo sobre esta gran narradora, memorialista, novelista (Todos los hombres son mortales), dramaturga (Las bocas inútiles), existencialista, comprometida, y campeona universal del feminismo, que fue un gran testigo del siglo XX.
Pero al extremo opuesto, Francia va a recordar también a otro gran escritor cuyo centenario se celebró en septiembre, Maurice Blanchot (1907-2003), de quien se han adelantado algunas publicaciones, como sus Crónicas literarias del Journal des Débats (1941-1944) (Gallimard, 2007) y se anuncian numerosos debates y publicaciones, pues su obra, oscura y misteriosa, es monumental, pero a la vez la de un escritor siempre retirado, que ha permanecido en la sombra (apenas hay testimonios sobre su vida personal, ni fotografías siquiera) y sólo a grandes trazos se pueden esbozar las grandes líneas de su vida: nacido en una familia de la alta burguesía, estudiante en Estrasburgo -donde conoció a su gran amigo, Emmanuel Lévinas, un gran filósofo judío, que le llevó a la lectura del Ser y tiempo de Heidegger- mientras sus primeras tendencias ideológicas le llevaban al principio hacia la extrema derecha, pues llegó a comprometerse con el Gobierno de Vichy del mariscal Pétain, en las fechas que recogen sus primeras críticas reunidas en el volumen citado anteriormente. Un incidente casi mortal en los últimos días de la guerra -estuvo a punto de ser ejecutado por los ocupantes en su retirada- le condujo a la Resistencia en el grupo de Marguerite Duras, Robert Anthelme y Dionys Mascolo, mientras su amistad con Bataille le llevaba a las filas de la extrema izquierda, llegando a ser el autor del Manifiesto de los 121 en favor de la insurrección en la guerra de Argelia, y a ser un campeón del antigaullismo hasta el final.
Autor de cuatro grandes novelas, once más cortas y una veintena de trabajos críticos como La literatura y el derecho a la muerte, Falsos pasos, La mirada de Orfeo, Conversación infinita, El Libro que vendrá, El paso (no) más allá, La escritura del desastre. Fallecido en las cercanías de París casi a los 95 años, la celebración de su centenario llega entre el silencio y la ausencia de las imágenes, pero va a dar lugar hasta septiembre a una serie de coloquios y reuniones científicas del máximo interés.
Y me olvidaba -aunque no por su importancia- de la presencia de los dos escritores vivos más importantes con que cuenta Francia, que acaban de pasar de los cincuenta, el normando Pascal Quignard (autor de más de medio centenar de libros), que sigue persiguiendo sus orígenes (La noche sexual, Flammarión, 2007), y Paul Michon, el célebre autor de Vidas minúsculas y maravillosos textos sobre pintura, pintores y sus modelos, que acaba de reunir, reescribiendo algunas, treinta de sus entrevistas sobre literatura bajo el sugestivo título de El rey viene cuando quiere (Albin Michel, 2007). Y me voy pues ya me estoy pasando.
Un apéndice necesario
Menos mal que esta carta se ha retrasado, pues tengo que añadir algo más, un centenario que no por olvidado, sino porque está vivo y coleando, y que así siga, como el de nuestro Francisco Ayala, que parece eterno. Se trata del gran antropólogo francés Claude Lévi-Strauss, nacido en Bruselas en noviembre de 1908, autor de una veintena de obras escritas sobre el terreno empezando por la inmortal Tristes trópicos, que contribuyeron a la fundación del pensamiento estructuralista, junto a Roland Barthes, Jacques Lacan y Michel Foucault. Discípulo de Ferdinand de Saussure y Roman Jakobson, diplomático y director de investigaciones sobre el terreno. En Brasil y la Amazonía, fue sobre todo un gran escritor, un verdadero poeta, autor de Estructuras elementales del parentesco, El pensamiento salvaje, Mitológicas. La alfarera feliz o recuerdos como los de Ver, escuchar, leer, la Biblioteca de la Pléiade le abrirá sus puertas próximamente, con la publicación de un volumen de sus obras. Y esta vez sí que termino de verdad. -
Memorias de una joven formal / Una muerte muy dulce. Simone de Beauvoir. Traducción de Silvina Bullrich y María Elena Santillán. 508 páginas. 23,50 euros. La ceremonia del adiós. Simone de Beauvoir. Traducción de José Carbajosa. Quinteto. Barcelona, 2008. 256 páginas. 6,95 euros. La amistad. Maurice Blanchot. Traducción de José A. Doval. Trotta. Madrid. 272 páginas. 18 euros.
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