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Columna
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Lamentos en horas de crisis

Resulta enternecedor escuchar ahora los sonoros lamentos de algunas instituciones empresariales, particularmente los de la Cámara de Comercio de Alicante, exigiendo medidas urgentes a Zapatero para remediar la crisis. Una crisis en la que, a tenor del tono empleado por su presidente, parece que sus representados no han tenido parte alguna. Y no son los únicos. Promotores y constructores también andan reivindicativos últimamente tras constatar que la demanda de viviendas desciende y que sus precios sufrirán este año una rebaja en torno al 8%. Algunos bancos y cajas, por su parte, se muestran "sorprendidos" por la magnitud de la crisis y se disponen ahora a reestructurar sus carteras mientras reclaman ayuda al Estado para hacer frente a sus alegres compromisos adquiridos en época de vacas gordas.

Es sorprendente que todavía hoy, a la altura del siglo XXI y con lo que ha llovido desde Adam Smith, las empresas privadas sigan acudiendo al Estado, del que tanto abominan en épocas de bonanza, exigiendo más gasto público o, alternativamente, la socialización de unas pérdidas de las que únicamente ellos son los verdaderos responsables. Parecen haberse olvidado de repente de que es en el riesgo, precisamente, donde reside la principal justificación del beneficio obtenido en la actividad empresarial.

¿De verdad pensaba la Cámara de Comercio alicantina que esa marea incontrolada del ladrillo, sobre el que la provincia toda basaba una buena parte de su crecimiento mientras la institución miraba para otra parte, iba a durar eternamente? ¿Creyeron realmente los promotores que el aumento de la demanda y los precios de las casas no tendría fin? ¿No eran conscientes cajas y bancos de que estaban rebasando los límites marcados por las más elementales normas de prudencia y credibilidad exigibles a toda entidad financiera? Y en fin ¿dónde están ahora esos cientos de liberales que nos han adoctrinado en contra de lo público y a favor del libre mercado durante estos últimos años? ¿Por qué no programan una gira didáctica por toda España para convencer a su entusiasta clientela de que, puesto que los beneficios no se reparten entre todos cuando las cosas van bien, las pérdidas, tampoco?

Por supuesto que el Estado y los bancos centrales tendrán que actuar, y lo harán, como casi siempre que hay una crisis de cierta profundidad, en la línea de socializar, de un modo u otro, las pérdidas del sector privado. Es el coste inevitable que hay que pagar para que el sistema no quiebre periódicamente. Siempre ha sido así, y lo seguirá siendo. Lo sabemos desde que John M. Keynes proclamó en los años treinta del siglo XX que Estado y mercado, lejos de ser instituciones enfrentadas, son en realidad inevitables compañeros de viaje. Aunque parezca una paradoja, la última garantía de que los mercados (particularmente, los financieros) funcionen correctamente siempre estuvo en manos del sector público. El fiasco de las hipotecas sub prime en EE UU muestra a las claras lo que ocurre cuando tales responsabilidades no se ejercen.

Lo que debería hacer la Cámara de Comercio alicantina en tamaña tesitura no es trasladar el mensaje a la opinión pública de que la culpa de lo que nos pasa es de otros (como siempre), sino llamar a todos (empresarios, sindicatos y sector público) a una reflexión en profundidad sobre el modelo de desarrollo que deberíamos de construir a partir de ahora, aprendiendo sobre todo de nuestros propios errores. Como, por cierto, han comenzado a hacer, con loable sensatez, sus colegas de la CEV y AVE.

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