Duran no tiene prisa
Con la vasta experiencia de los últimos cuatro años, Josep Antoni Duran Lleida -presidente del grupo de Convergència i Unió en el Congreso- comenta a sus más estrechos colaboradores que esta legislatura "puede empezar de una manera y acabar de otra". Al democristiano le gustan los enigmas para mantener expectantes a los suyos. Pero la interpretación es unidireccional. CiU se abstendrá en la votación de José Bono como presidente del Congreso si logra mantener su presencia en la Mesa. Y este voto abrirá la puerta a otra abstención a la investidura de José Luis Rodríguez Zapatero. Ahora mismo, situados en la oposición parlamentaria en Cataluña pese a ganar las autonómicas y con los contundentes resultados del PSC (25 diputados), los nacionalistas no podrían votar a favor.
Duran, no obstante, mantiene otros cálculos para los próximos meses. Primero, observar al detalle todos los movimientos del PSOE y de Zapatero. Es decir, si el Gobierno cede a los catalanes cierto protagonismo en la negociación del nuevo sistema de financiación y en el desarrollo del nuevo Estatuto, con las inversiones en infraestructuras como principal reclamo, u opta por negociar únicamente con el tripartito catalán.
Si todo son buenas vibraciones, el dirigente democristiano podría explorar otras formas de colaboración más intensas con el PSOE. Y nadie descarta, ahora mismo, que CiU se avenga en el futuro a integrarse en un Gobierno de coalición con los socialistas.
Pero Duran Lleida no dará ningún paso adelante hasta ver cómo acaba el congreso que los convergentes celebrarán en julio y la aventura de su líder, Artur Mas, con su proyecto de "casa grande del catalanismo".
Duran Lleida teme una deriva soberanista de sus socios para captar votantes de una Esquerra Republicana fragmentada y en plena ebullición. Y Unió Democràtica -formación mucho más moderada en lo ideológico y en las formas- teme cualquier acercamiento a los independentistas.
Una vez aclarado el futuro, Duran Lleida empezará a mover sus fichas. Lo hará en solitario, sabedor de que tendrá el apoyo sin fisuras de su partido y que -a diferencia de Artur Mas- nadie cuestiona internamente su liderazgo.
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