Diego Ventura, un gallo de pelea
El rejoneador Diego Ventura enloqueció a la Maestranza con dos actuaciones espectaculares, cortó tres orejas y salió por tercera vez por la deseada Puerta del Príncipe. Fue, sin duda, una recompensa merecida porque es éste un torero que persigue el triunfo con pasión, posee una cuadra de caballos que raya la perfección, conoce los resortes para conectar con el público y, sobre todo, da la impresión de que es un competidor nato.
Esas cualidades se perciben con nitidez y los tendidos se emocionan con un rejoneo alegre y bullidor en el que, a veces, predomina lo accesorio sobre el toreo de verdad, pero que, al final, compone una estampa apasionante por la motivación del caballero y la doma de sus cabalgaduras. Diego Ventura es un gallo de pelea que se ha encaramado a lo más alto por méritos propios.
Bohórquez / Bohórquez, Hermoso, Ventura
Toros despuntados para rejoneo de Fermín Bohórquez, feos de hechuras, mansos, blandos y descastados
Fermín Bohórquez: rejón en lo alto (palmas); rejón bajo (oreja).
Hermoso de Mendoza: dos pinchazos y rejón trasero (ovación); pinchazo y rejonazo (ovación).
Diego Ventura: pinchazo y rejón en lo alto (oreja); rejón (dos orejas). Salió a hombros por la Puerta del Príncipe.
Plaza de la Maestranza. 30 de marzo. Cuarta corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".
Ayer, además, había un ingrediente de gran interés: toreaba junto a Pablo Hermoso de Mendoza, considerado desde hace años como el número uno indiscutible del rejoneo. Y el joven Ventura le ganó la partida de calle, erigiéndose en el protagonista absoluto de la tarde.
Si Ventura es un rejoneador ilusionado por alcanzar la cima, Hermoso parece un triunfador aburrido o, quizá, cansado de estar tantos años solo allá arriba. Es un indiscutible maestro que ayer no tuvo los oponentes más propicios, pero da la impresión de que ya no le importan tanto las orejas. De hecho, se lució con su caballo Chenel en el tercio de banderillas en su primero es un deleite ver cómo juega con el toro, muy aplomado y descastado, y estuvo simplemente correcto en el resto de su labor. Incomprensiblemente, se precipitó a la hora de matar a sus dos toros y todo quedó en ovaciones de reconocimiento. Dejó, sin embargo, una imagen de cierta desgana.
Frente a la serenidad del consagrado, la alegría desbordante de quien pretende hurtarle el trono. Ventura es un torbellino desde que sale al ruedo, y sabe mezclar el clasicismo de un perfecto par al quiebro con las piruetas (vueltas completas) ante la cara del toro, y otros gestos para la galería, convencido de que el público actual valora más la espectacularidad que el clasicismo. A pesar de todo, su triunfo fue legítimo.
Como legítima fue la oreja que cortó Bohórquez en el cuarto. Es el reverso de Ventura: de otra época, sobrio, y sin concesiones. Se lució en ese toro con las banderillas cortas a dos manos y mató bien.
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