El enigma del objeto facetado
Ni lo pulido ni lo rugoso. La máxima actualidad formal se inspira hoy en lo facetado. La moda, desde los bolsos de Prada a los edificios de Rem Koolhaas, desde los nuevos móviles de Nokia a las nuevas torres de la Castellana, sean de Pei o de Pelli, presentan diseños facetados.
Un llavero con forma de corazón ya no se aviene con la suave modulación de la mano ni su acoplamiento responde al gozo de asirlo en el hondón del puño sino que se identifica marcando aristas y culminando, como los nuevos y jactanciosos modelos vanguardistas de Renault (Vel Satis, Avantime o el nuevo Mégane) en el diseño facetado.
En general, lo facetado sustituye al reciente concepto de lo rústico o lo natural, al tacto rudo de lo auténtico y artesano, para llegar, con su afectada y deliberada artificialidad, a la "cristalización" de otra cultura. ¿Qué otra cultura? La cultura de la multiculturalidad y de las traducciones simultáneas, la estética de la mixtificación, la urbe de las diversas pintas, religiones y trazas y hasta el baile del Chiki Chiki que no es sino la grotesca versión de una y otra faceta, del breikindance al crusaito y del maiquelyason al robocop.
El auge de lo poliédrico corresponde a un mundo donde ha desaparecido la visión unívoca
Este auge de la tipología poliédrica no alude, sin embargo, a la virtud de lo multifacético que conllevaba una disposición, tan generosa como mágica, para hacerse cargo de esto, de aquello y de lo de más allá. La facetación de la arquitectura o del objeto, de la pintura o del baile, de la nueva cocina o del sexo, viene a corresponderse con un mundo donde ha desaparecido la idea unívoca, la visión omnímoda y la comprensión global.
Lo facetado invita a palpar la complejidad del objeto y a constatar que su estructura no se halla, como un alma, en su venerable interior sino acaso en la inmediata y quebrada piel de su superficie. No hay anclaje interno que sostenga el edificio sino una fachada acondicionada para comunicar una accidentada continuidad. El exterior se encuentra tallado como un brillante y con ello explota un recurso que, en otro tiempo y otro lugar, enfatizaría su valor. El formato, sin embargo, es hoy sencillamente irónico. Vale para un artículo caro o barato, confunde la piedra preciosa con el plástico, el plástico con el cuero, el cuero con el vidrio y el vidrio con cualquier pacotilla de la canción. Lo facetado no es el brillante sino el caleidoscopio donde se ve cualquier cosa sin importar su coste o significación.
Gracias al facetado, el objeto se libera incluso de la óptica y se expresa en su tactilidad, se excluye del juicio sobre su vestidura y se manifiesta en el detalle digital. Todos estos objetos facetados y semejantes se alinean como la coartada de una época que ha cristalizado su lenguaje en una extraña lengua común, no unívoca, sino multívoca, no única sino múltiple, no de una faz sino de muchas, simultáneas, próximas fases. Caras cercanas que se rozan sin juntarse, anexionadas sin fundirse, ajustadas sin integrarse como sucede con los guetos de las grandes ciudades. Caras adyacentes pero aisladas por una calle, una arista, una distinción tan fina como un corte y tan estricta como un tajo.
Todo este mundo sajado o dividido carece, no obstante, de tragedia. La apariencia del objeto facetado es la de un rostro torturado pero, al cabo, se trata tan sólo de un artificio que convierte su quebradura en un juguete, su tortuosidad en un recreo y su aparente excepcionalidad en una fórmula a granel. La cultura de la reproducción logra ser así no sólo una máquina que reproduce la morfología del original sino la misma originalidad de la idea. Todo se halla facetado a pesar de que esta factura fuera el signo de lo exclusivo. Porque lo supuestamente exclusivo es ahora materia prima del gran comercio, un low cost que elimina una y otra vez la exclusividad siguiendo la manera de las olas que en la orilla, repetidamente, borran la singularidad de unas huellas. El mismo mar, en fin, se remeda facetado en los parques temáticos donde el poliuretano azul sustituye la ondulación del agua y la anidada cualidad de las olas se reemplaza por la papiroflexia del material flexible que imita el vaivén del vendaval.
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