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Columna
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Arquitectura y música

La rehabilitación y conservación del patrimonio no siempre requieren grandes obras, sino que en la mayoría de los casos basta con la adición sostenida de intervenciones livianas, unas veces para quitar humedades o corregir defectos estructurales, otras para eliminar la carcoma de los retablos, limpiar panes de oro, restaurar órganos, catalogar archivos. En fin, un mantenimiento regular con inversiones programadas.

La labor del Consorcio de Santiago en las iglesias tiene mayor calado que el de la rehabilitación, muy importante en sí misma para la conservación del ingente patrimonio inmueble de la ciudad. El trabajo de la Oficina Técnica se conjuga con un programa de valorización a través de la actividad cultural, que supone devolver a la sociedad mediante el uso regulado una parte de los recursos invertidos.

Los poderes se batían: el orden barroco era el preferido por la Iglesia y el clásico, por la Academia

Las colas de espera para entrar en los diferentes recintos donde se celebró el Festival de Músicas Contemplativas invitan a apreciar con detalle las fachadas, antes de internarse en la maraña barroca de los retablos. Los principales arquitectos barrocos, Simón Rodríguez, Domingo de Andrade, Fernando de Casas, combinaron sin reparos la gravedad pétrea de las fachadas en el estilo de la época con el vuelo de la madera en retablos aéreos y transparentes como el de San Martín o el de la iglesia de la Universidad. Dos poderes, civil y eclesiástico, se batirían luego en la cuestión formal entre el barroco, preferido por la Iglesia, y el orden clásico, defendido por la Academia.

El Festival de Músicas Contemplativas ofrece una oportunidad extraordinaria para vivir los templos con espíritu ecuménico, abriéndolos a todas las sensibilidades, para la interpretación de páginas poco frecuentadas del repertorio católico y de las formas de expresión con que otras culturas se aproximan a la contemplación de los rostros de Dios. Dejando en el terreno de lo anecdótico algún excéntrico desencuentro, lo cierto es que con el arzobispo Julián Barrio todo es más fácil.

No percibo diferencia entre la emoción del Salve Regina de Häendel en la iglesia de Santa Clara y la del himno a la Madre de Dios de la tradición ortodoxa rusa que sonó en San Martiño Pinario en la tarde de Jueves Santo, en un coro de monjes de voces perfectamente entonadas, evocadoras de los registros de un órgano todavía silente, en proceso de restauración. Los cantos de pasión de Sicilia y Cerdeña representados en San Roque hunden sus raíces en la tradición oral de la Europa mediterránea, igual que las ragas que vibraron pasada la medianoche en la iglesia de Bonaval recrean el legado no escrito de la escuela carnática del sur de la India. El sincretismo de canto gregoriano y glagolítico en las impresionantes voces femeninas de Croacia puso el colofón en las desangeladas, pero no por ello descuidadas, naves jesuíticas de San Agustín.

Estas músicas espirituales infundieron serenidad en una Semana Santa que discurría tranquila hasta que Fernando Sebastián, arzobispo emérito de Pamplona, reivindica el dolor físico y moral de la muerte de Cristo en la cruz como paradigma de dignidad, frente a quienes reclaman cuidados paliativos. Un mensaje que en nada se compadece con estas músicas sublimes creadas a mayor gloria de la divinidad. Estoy seguro de que no sonarían igual, no evocarían los mismos sentimientos si las escuchásemos acomodados en un auditorio dotado de magnífica acústica. Tienen un eco especial que se pierde y rebota entre las arquitecturas, haciéndolas más misteriosas para un público heterogéneo entre el que hay personas que jamás han pisado una sala de conciertos, melómanos habituales, turistas de las más distintas procedencias, jóvenes atraídos por el exotismo de ciertas propuestas.

El éxito tiene nombres: Manuel Villanueva desde la gerencia del Consorcio y Xosé Denis en la programación han vuelto a llenar las iglesias. Nuestra peculiar madrugá apresurándonos entre un concierto y otro culminó con la emocionante retransmisión de la SER desde Sevilla a lo largo de la noche. Es todo un dilema la elección entre ir a acompañar a la Trianera y al Gran Poder en sus estaciones de penitencia, entre la bulla, o quedarse cómodamente en casa siguiéndolos por radio después de una sesión de Músicas Contemplativas.

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