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El Gobierno iraquí da un ultimátum a las milicias chiíes

Los enfrentamientos se recrudecen en Basora y se extienden en Bagdad

El primer ministro de Irak, Nuri al Maliki, lanzó ayer un ultimátum a las milicias chiíes que combaten en Basora: o deponen las armas en un plazo de 72 horas, o se enfrentarán "a los más severos castigos". El pronunciamiento tuvo una respuesta inmediata del clérigo radical Múqtada al Sáder, líder de la facción más numerosa, que se ofreció a negociar si las fuerzas de seguridad abandonan Basora. Allí sus milicianos del Ejército del Mahdi se enfrentaron ayer por segundo día consecutivo con las tropas iraquíes.

La violencia se ha extendido a los distritos chiíes de Bagdad y a las ciudades de Hilla, Kut y Diwaniya, en el sur del país. Los muertos superan los 70, y hay cientos de heridos. El Gobierno ha decretado el toque de queda en varias localidades.

Fuera de Basora, los combates más violentos se han dado en Ciudad Sáder, el bastión del Mahdi en las afueras de Bagdad, donde han muerto 12 personas. Además, los ataques con morteros dejaron ayer 11 víctimas mortales en otros barrios de la capital. En la Zona Verde (el área de alta seguridad donde se encuentran el Gobierno y las principales embajadas), tres estadounidenses resultaron heridos de gravedad al ser alcanzados por un cohete. En la ciudad de Kut, a 170 kilómetros al sur de Bagdad, al menos 10 personas, entre ellas una niña, murieron en los enfrentamientos entre el Ejército y los milicianos chiíes.

En Basora, los disparos y las explosiones continuaron ayer durante todo el día. La lucha estaba concentrada en cinco barrios. Al menos 46 personas han muerto en los combates, según fuentes hospitalarias. Las víctimas civiles son escasas, ya que la gente permanece recluida en sus viviendas. Numerosos hombres armados han sido detenidos.

La ciudad, capital de una provincia rica en petróleo y pulmón económico de Irak, ha sido escenario de violentos choques entre facciones chiíes y bandas criminales tras la salida, el pasado diciembre, de las tropas británicas, que ocupaban la región desde marzo de 2003.

La ofensiva gubernamental, que supervisa desde el terreno el propio primer ministro, tiene como objetivo restablecer la seguridad e impedir que esa zona estratégica caiga bajo control del clérigo Al Sáder. Se trata de la primera campaña llevada a cabo en solitario por el nuevo Ejército iraquí, armado y entrenado por la coalición internacional que encabeza Estados Unidos.

El asalto es una oportunidad para el Gobierno de Irak de demostrar que puede imponer la ley y permitir la retirada de las fuerzas estadounidenses. Pero podría también desatar un enfrentamiento civil entre chiíes, después de un año en el que la seguridad en Irak ha mejorado considerablemente.

Múqtada al Sáder, que cuestiona la legitimidad del Gobierno de Al Maliki y exige una mayor participación en las decisiones políticas, ha amenazado con lanzar una campaña de resistencia si la ofensiva de las fuerzas gubernamentales continúa.

Por otro lado, los enfrentamientos empiezan a poner en peligro la producción petrolera. "Si las operaciones militares continúan tres días más, los trabajadores no podrán continuar con su trabajo, y esto va a afectar definitivamente la producción y las exportaciones", dijo un portavoz de la Southern Oil Company.

Un iraquí corre para llevar a un niño herido al hospital en Bagdad.
Un iraquí corre para llevar a un niño herido al hospital en Bagdad.EFE

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