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Reportaje:MÚSICA

Con la música a otra parte

En la Red resisten millones de bandas que buscan una alternativa a la industria discográfica - Autoedición, autodistribución, apadrinamiento de los internautas o la venta de politonos, podrían ser el futuro

Patricia Gosálvez

Pantalones de cuero, melena lacia partida en dos. Alba Céspedes es el alma de Sons of Rock. Quiere recuperar "el sonido de B. B. King, los Rolling, Bruce Springsteen...". En los conciertos toca la guitarra con la cabeza, en homenaje a Hendrix, pero, a sus 17 años, también es pura generación MP3: "Estoy todo el día metida es iTunes, Youtube, My Space... escuchando música, buscando grupos". Su propio My Space tiene más de 11.000 visitas; entre todos sus vídeos colgados en Youtube junta unas 50.000. "Eso no lo haces en un año tocando bolos", dice. "Tocar es importante, pero me concentro en Internet". Gracias a My Space se puso en contacto con ella el festival Emergenza para nuevos grupos, la página también le permite formar parte de una comunidad ("al final todas las bandas madrileñas nos tenemos entre los friends"). Su contacto con el público también es tecnológico: "Me escucha gente de Inglaterra, de Turquía, de Yigo [isla de Guam], que ni sabía que existía...".

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Apadrina a un artista

Alba sabe de las leyendas de triunfo, y es escéptica. "Por cada caso como el de Arctic Monkeys, somos millones de grupos los que estamos ahí", dice, refiriéndose a la banda británica paradigma del camino que va de ser un grupo más en Internet, a ganarlo todo en los Brit Awards.

Poquísimos llegan, pero, entre tanto, un nueva clase media de artistas busca una vía alternativa en un sector, el discográfico, que no deja de caer. En 2007 se vendió en España el 22,7% menos de música grabada en CD que en el año anterior, y, aunque las descargas por Internet y el móvil aún representan sólo el 9,5 % del mercado (en EE UU es el 30 %, en Corea del Sur supera el 70 %), su comercialización aumentó el 24,3% (según datos de Promusicae). Si los sellos tradicionales no invierten en nuevos artistas, habrá que buscarse la vida. Y, según los datos, la vida está en la web.

En la edición madrileña del Simba (Seminario Internacional de Música de Barcelona), celebrado a principios de marzo, 300 personas aprenden a ganarse la vida con la música. Entre ellos, Emilio Céspedes, el padre y manager de Alba, que bromea con que, por ahora, se siente más productor ejecutivo porque es, "básicamente, el que pone la pasta". En los cursos y conferencias del Simba, lo digital pesa tanto como lo otro: negociación de contratos de distribución en formato físico y digital; cómo autofinanciarse en internet para grabar un disco; cómo plantear una campaña de prensa: medios escritos, audiovisuales, Internet. Josep Coll, músico y abogado de la Asesoría Jurídica de la Artes, que organiza el sarao, imparte uno de los cursos. Habla de las cartas que tiene el artista a la hora de negociar con un sello. Entre términos más tradicionales como royalties o merchandising, y a su misma altura, coloca la gestión de los dominios. "Registrarlos todos", recomienda. "El puntocom, el puntoes, el puntocat... Valen 20 euros, pero pueden salir caros, las compañías tienden a hacerlo mal, ponen publicidad que no tiene nada que ver con el grupo, los mails quedan sin contestar...".

En este punto, el padre de Alba debe sonreírse, porque su hija no deja jamás un mail sin respuesta. "El contacto con el público es lo mejor de Internet", dice ella. "Hay que valorar a la gente que te apoya desde el principio".

Coll, músico y abogado, que se ha encontrado con muchos artistas que viven en la parra (es autor de un manual de supervivencia para músicos) aconseja: "No perder de vista el registro de dominios WAP y el negocio del politono; así te puedes ir financiando; un poquito por el móvil, un poquito por las canciones en Red, un poquito de los directos, otro de los derechos... Al final, te ganas la vida".

"El problema es que seguimos pensando en clave de formatos", opina Alberto García, presidente de la Asociación de Representantes, Promotores y Managers de Cataluña. "Los cambios tecnológicos comportan cambios sociales; Internet no es sólo una pantallita, es una nueva era".

La autoedicion como opción B

"Nos venden que el éxito tiene que ser el 100%, pero hay músicos que llevan 10 años tocando en el 19%. No pasa nada por vender 1.000 ejemplares", explica Coll. Tampoco es trágico no encontrar un sello dispuesto a invertir, aunque la autoedición siempre es la opción B: "Desde fuera parece muy bonito; pero es duro, en el fondo autoeditar significa autopagar". Y pagar significa 22.000 euros como mínimo.

Luego viene la autodistribución. "Es sencillo distribuir por Internet", dice Coll. "Hay muchas empresas que meten tus temas en los catálogos de las grandes tiendas on line". El problema es que, sin límite de espacio en sus estanterías, el catálogo es inmenso, "y no te miman el producto".

"Internet tiene muchas posibilidades, pero está por ordenar", dice Coll. "Los músicos tienen que saber buscar su target". Los músicos más especializados son los que mejor se mueven en ese mar de información: "A un grupo de sardanas nunca le faltarán bolos en una gira internacional".

La promoción, según el abogado, "es la madre del cordero: Que te cuiden los banners, la colocación del producto; que la gente te conozca y, así, te contraten para tocar". Para ello reivindica fórmulas mixtas por las que el músico se autoproduce y confía en una compañía para la promoción.

Hay que cambiar el chip, lo que valía hace diez años, no vale hoy. Y eso afecta al artista, al productor, al distribuidor, al promotor, a la mercadotecnia y, por supuesto,al mismo consumidor. La industria debe tomar nota.

Romper esquemas

Es posible editarse exclusivamente on line, pero el experto explica que el último escollo es "romper con el esquema promocional de la prensa". Sons of Rock acaba de autoeditar un CD con 1.500 ejemplares. De momento lo regalan. "Necesitas algo grabado para ir moviéndolo", dice Alba, "lo de cobrar, ya llegará".

"Conviene hacer unas pocas copias físicas muy bien editadas, en digipak o con formatos divertidos, para dar ese algo más", confirma Coll. El CD se convierte así en una tarjeta de presentación. En la parte de atrás del de Sons of rock hay cuatro temas y tres enlaces.

Coll se queja de que en la prensa, digital y auto -siguen sonando a amateur. No es así ni siquiera en el caso de Alba, cuya carrera acaba de arrancar. Ha encargado el diseño de su página (www.sons-of-rock.com) a los grafiteros responsables de la polémica pintada en que Alberto Ruiz-Gallardón aparecía armado con botes de aerosol (el alcalde de Madrid la mandó derrumbar). "Queríamos algo provocativo, y crear una página rompedora no es cualquier cosa", dice ella.

Ni amateur, ni Juan Palomo, el músico que quiera sobrevivir en los márgenes de la industria discográfica, ha de formar un equipo. "Igual que en los circuitos tradicionales, el secreto es saberte rodear. Un buen manager o un buen productor siguen siendo imprescindibles", dice Coll. "Autoeditarse o distribuir sólo por Internet no va a cambiar eso". Un último tópico roto: "La tecnología no deshumaniza la música".

PAULA VILLAR

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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