Cuéntame un cuento
Los relatos eficaces, lo que los americanos llaman storytelling, forman parte de una técnica de comunicación que los conservadores han utilizado con notable éxito en numerosas batallas electorales y también, como hemos visto, en el escenario político valenciano.
A lo largo de la historia, la escenificación ha sido siempre parte fundamental del poder. Y toda escenificación eficaz comporta un relato, sea La rendición de Breda de Velázquez, sea La Coronación de Napoleón de David. Hoy, fruto de la omnipresencia de los medios de comunicación de masas, esa escenificación se ha extendido de la historia a la historieta. Y a veces llega hasta lo ridículo. ¿Qué dirán los historiadores dentro de unos años de la imagen, difundida el pasado mes de diciembre, con ocasión de la incorporación al espacio Schengen de nueve países del Este europeo, en la que aparecían el primer ministro eslovaco y el canciller austríaco serrando, ¡personalmente y a mano!, una barrera fronteriza? ¿O de la fotografía de Benedicto XVII de finales de agosto tocado con un sombrero Saturno colorado? Y sin embargo, ese carácter racionalmente grotesco de algunas imágenes, apenas les resta eficacia comunicativa.
Con el relato político ocurre algo similar. El storytelling consiste básicamente en la estrategia de Sherezade, es decir, en contar historias fabulosas, historias supuestamente moralizantes que hagan olvidar la realidad, movilizando las emociones del electorado. Es lo que hizo George W. Bush con la historia de la guerra contra el terrorismo y las armas de destrucción masiva. Es lo que hizo Nicolás Sarkozy cuando dijo que iba a coger la karcher (limpiadora a presión) contra la chusma de las barriadas, o cuando viajó a Chad para repatriar a algunos de los prisioneros franceses y españoles acusados de secuestro de niños. Es lo que vienen haciendo Francisco Camps y Rita Barberá con los dos relatos que, al alimón, han construido de forma paralela. El primer cuento es la historia de los agravios del Gobierno Zapatero, cuya máxima expresión sería la quimera del trasvase del Ebro. De nuevo las urnas han puesto de manifiesto que se trata de una paparrucha muy eficaz aquí y en Murcia como relato político de amplio espectro. Un relato que por un lado se inserta en la saga de la leyenda del anticatalanismo -el storytelling por antonomasia de la derecha regional- y por otro hunde sus raíces en la fábula de un campo idealizado en el imaginario de los valencianos como el paraíso perdido que configura la identidad propia. La segunda filfa es la de la Valencia de los oropeles de Calatrava, bendecida por el mismísimo Papa de Roma, a la que se une el relato bíblico del maná de los grandes eventos de la Copa del América y la Fórmula 1. Patrañas, sí, pero sin duda también, dos historias eficaces que se complementan entre sí.
Conocer la técnica del storytelling, desnudar la fábula y contraprogramar un relato distinto y que a la vez sea verosímil, debería ser una de las primeras tareas de cualquier oposición que aspire a dejar de serlo. Permanecer callados, para luego lamentarse e ir de víctima, sólo sirve para perpetuar el fracaso. Como cantaban los de Celtas Cortos: "Cuéntame un cuento y verás que contento me voy a la cama y tengo lindos sueños..."
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