Una cruz que era de hierro
El hierro siempre ha tenido mucho eco en Europa. Las primeras civilizaciones del continente lo trabajaron antes que ningún otro metal; una antigua canción infantil francesa amenazaba con el infierno a los niños que jurasen en falso por una cruz de hierro -con la rima de fer y enfer-; Stalin significa en ruso hombre de hierro, y cuando Churchill dijo en 1946 que un telón de acero se había abatido sobre Europa, en realidad hablaba de iron, hierro, y no acero.
Y de la misma forma que el hierro simboliza entereza, fuerza, coraje, cuando Prusia,
la progenitora de Alemania, decidió dotarse de una condecoración al valor no halló mejor nombre que cruz, ni mejor adjetivo que hierro. El arquitecto y pintor prusiano Karl Friedrich Schinkel, fue quien la diseñó en 1813, durante la guerra patriótica contra Napoleón, que tanto supo inspirarse en el levantamiento español de 1808 contra el corso. Al convertirse Prusia en Alemania imperial o II Reich en 1871, la cruz de hierro era ya la más preciada condecoración militar.
Pero a esa distinción, que se concedía al valor, la prostituyó Hitler durante la II Guerra Mundial, plantificándole en su mismo centro una esvástica, el signo védico que el nazismo había convertido en símbolo de su ignominiosa barbarie. Y, así, a la reinstauración del Ejército alemán a comienzos de los años cincuenta nadie osó mantener la cruz como medalla militar, con lo que el soldado alemán se quedaba sin honorífica recompensa al valor.
Pero las antiguas tradiciones tienen la piel dura. El año pasado un joven piloto de la Luftwaffe recogió 5.000 firmas por Internet pidiendo que se restableciera la histórica condecoración, y aunque el Ministerio de Defensa ha desmentido que esté considerando la propuesta, cobra fuerza el sentimiento de que Hitler y su esvástica no han de hipotecar eternamente la imaginería militar
de Alemania.
El 4 de marzo pasado, finalmente, el presidente de la asociación de reservistas militares, y diputado en el Parlamento, Ernst Reinhard Beck, pidió que se creara una medalla al valor, y que, puestos a ello, ésta bien podía ser la cruz de hierro. Con la esvástica en el fondo de un cubo de basura, por supuesto.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.