Obra maestra de Ponce
Dos horas y tres cuartos de corrida. La de más larga duración de la feria. Pero, también, la de su momento cumbre. Sucedió en el cuarto de la tarde, segundo del lote de Enrique Ponce. Uno de los toros de menos cuajo de la tarde. Bonito jabonero, de cómodas defensas. Fue manso ese toro en el caballo, saliendo suelto y despistado de la segunda vara. Incierto. Sin definirse nunca, obligó a Ponce a coger la capa en el tercio de banderillas. Brega eficaz. De probaturas. Ya no hubo más ensayos. Al tercer muletazo, el jabonero estaba como hipnotizado bajo la muleta de Ponce. Siempre en la distancia corta, la faena se definió en ascenso. El preludio con la derecha. Un par de series. Luego, con la muleta en la zurda, la primera tanda con el cuerpo desmayado puso nivel a la obra. De ahí en adelante, siempre en el tercio, junto al tendido del 10, la faena se desgranó. Al toreo fundamental lo salpicó Ponce con golpes imaginativos. Un remate genuflexo por ambos lados, con muletazos a dos manos pusieron la plaza en pie. El abaniqueo final la encendió. La espada, esta vez, se cruzó en el destino. Maldito sino. Dos pinchazos en todo lo alto, una entera y dos descabellos, restó premio. La vuelta al ruedo, un clamor.
Domecq / Ponce, Manzanares, Esteve
Toros de Juan Pedro Domecq. Desiguales de presentación y juego.
Enrique Ponce: oreja tras aviso y oreja tras dos avisos. José María Manzanares: palmas y silencio tras aviso. David Esteve: silencio tras aviso y silencio tras aviso.
Plaza de Valencia, 19 de marzo. 14ª y última de Feria. Lleno.
El primero de la tarde fue protestón, manso y renegón en la muleta. Mas Ponce guardaba un as en la manga de infalible resultado. La faena tuvo dos mitades: lidiadora primero y de lucir palmito después. Ponce modeló a ese toro a su antojo. Con sutileza. Se sacó de la chistera cuantos caprichos quiso. El toro, exprimido y seducido, se rindió sin condiciones. Esta vez el aviso le llegó antes de echarse a matar. Y la estocada, que tanta falta le haría en su segundo, fue contundente.
Tras Ponce, poca historia tuvo la larga tarde del cierre fallero. A Manzanares se le paró el torillo que saltó en segundo lugar. El de menos presencia de una corrida desigual. Sin trapío, sin cara, sin remate, sin nada que rascar ese supuesto toro. No hubo caso. El quinto, toro con alzada, tampoco tuvo entrega. Los muletazos de Manzanares fueron un boceto. Apuntes de calidad. Pero no pasó de ahí la cosa.
Para David Esteve fue el toro más complicado, el tercero. Justo de trapío. O menos que justo. Hizo ascos al capote de Esteve cuando trató de recibirlo con una larga cambiada. Por dos veces se hizo el sordo y pasó de largo. Luego, en la muleta, listo y cobarde por el pitón derecho. Nada más abrir la faena, en el primer pase de pecho, se llevó por delante a David Esteve. Voltereta monumental. Entre sustos transcurrió la cosa. Al entrar a matar de nuevo se vio en apuros. En el sexto puso mucho empeño Esteve. El toro, sin entrega ni pasión, le exigió a Esteve su currículo. El joven espada carece de él.El diestro seduce la voluntad de dos toros y sale por la puerta grande
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