Sáhara, contra el olvido

Cada mes de junio, desde la hamada argelina, llega mi hermano saharaui, Najem, trayendo consigo el olor del desierto, de sus jaimas y sus alfombras, de los sueños de su pueblo. El verano transcurre y, poco a poco, vemos cómo va creciendo. Es un niño curioso, inquieto e inteligente, como casi todos sus compañeros de viaje. Viéndole me es todavía más doloroso comprobar cómo su pueblo ha sido condenado al olvido por ser un pueblo noble y paciente.

¿Cómo es posible que la comunidad internacional, casi al completo, tolere la flagrante violación de los derechos humanos perpetrada por las fuerzas de ocupación marroquíes en los territorios del Sáhara occidental? ¿Qué le debe España al rey de Marruecos para dar la espalda tan bochornosamente al pueblo saharaui? ¿Por qué en los medios de comunicación el conflicto saharaui es prácticamente un tema tabú, ignorando elementos tan trascendentes para el mismo como la actual ronda de negociaciones entre Marruecos y el Frente Polisario en Manhassets? Por si fuera poco, el pueblo saharaui también sufre el expolio de sus materias primas.

Pero el pueblo saharaui es un ejemplo de lucha pacífica y de paciencia y seguro que algún día, por lejano que sea, podré visitar a mi hermano Najem en la ciudad en que nacieron a sus padres, lejos ya de ese desierto horrible que a tantas generaciones saharauis ha visto crecer y disfrutando de la libertad que durante tantos años les ha sido vetada.