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Explosión en La Verneda

Los vecinos del bloque calcinado no volverán a casa hasta verano

Las víctimas recogen sus pertenencias en estado de conmoción

Esta mañana, los vecinos del bloque devastado anteayer verán cómo se instala una puerta en el portal del edificio. No la podrán cruzar hasta el verano. Los peritos, que ayer evaluaron los daños del inmueble barcelonés de La Verneda afectado por la explosión, aseguraron que la finca no será habitable hasta dentro de tres o cuatro meses, "siendo optimistas". Durante el fuego, la escalera hizo de chimenea y consumió todas las puertas. Las canalizaciones de agua y gas no existen, y los cables eléctricos quedaron fundidos e incrustados en las paredes negras de hollín. Rehabilitar el edificio, más que los pisos, complicará unas obras que pueden alargarse más allá de agosto.

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"Imposible hacerlo en menos tiempo", concedió, resignado, Ricardo Hernández, de 30 años y vecino del quinto tercera que ya preveía un largo regreso. Por la mañana, cuando los vecinos pudieron entrar en sus pisos para recoger parte de sus pertenencias, Ricardo salió cargado de bermudas y bañadores. "No me veo en casa antes de agosto", aseguró más atinado que el alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, quien, en una aparición fugaz por la zona, predijo que el regreso a casa de los vecinos afectados sería cosa de "unas semanas". Nadie le echó en cara el desliz: ante las tres personas que murieron en la deflagración, aún no identificados, los inquilinos se conforman con la sola idea de volver, cuando sea.

Los propios afectados reconocían que aún estaban traumatizados por el episodio. "Las mujeres y los niños han dormido mal. Ella ha tenido pesadillas", dijo un joven señalando hacia una quinceañera que asentía con los ojos húmedos. "Fue muy duro", atinó a decir, con el fuego aún por dentro. "Todavía no entiendo como hemos sobrevivido", resopló Antonio Vilchez, del cuarto cuarta, admirando la desolada carcasa del edificio. "Necesito un día aburrido", replicó un compañero. El lunes, no lo fue. El sobresalto de la explosión; la agonía del incendio, y de remate, una trama insólita de un suceso muy poco accidental y que les dejó regusto a rabia, impotencia. Esa mezcla impidió dormir a Alicia de Castro, joven decidida que el lunes dudó, ante el asalto de las llamas y con medio cuerpo asomando del balcón, de si tirarse por la ventana. "Por la noche, se me pasaban por la cabeza las imágenes del fuego en el balcón, y yo atrapada. No he dormido nada", sollozó por encima de un bocadillo intacto, confinado al extremo del comedor del hotel que acoge a una cuarentena de afectados.

Éstos -otros 47 dormirán en casas de familiares o amigos- se acogieron a la oferta del Ayuntamiento: una habitación a pensión completa, sufragada por el Consistorio hasta el jueves. Después, la factura correrá a cargo del seguro de la comunidad. Allí compartieron sus tensiones. Antonio Vílchez, el carpintero del cuarto cuarta, tampoco se adaptó a su cama de hotel. "No he pegado ojo. De la tensión nerviosa, me acosté con dolor en la espalda", reconoció. Toda su familia insomne asintió con él. Y a medida que acudían al bufé, se les iban sumando más vecinos. La mayoría de ellos se resistían a la rutina de pasillos con moqueta, paredes frías y dormitorios con televisión. El hotel será su nuevo hogar, a la espera de que puedan volver al viejo, aún arrasado. "Esto es tan frío, tan extraño", comentaban entre sí. Les quedan cuatro meses.

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