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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sarkozy debe cambiar

Las municipales lanzan un aviso al presidente para que ejerza de tal y reforme Francia

Las elecciones municipales en Francia se han trastocado en un clamor para que Nicolas Sarkozy cambie de forma de gobernar, o mejor dicho, para que ejerza de presidente. El varapalo sufrido por los candidatos de su Unión por un Movimiento Popular (UMP) en los comicios locales ha sido bien aprovechado por la izquierda, especialmente por los socialistas. Pero éstos no deben llamarse a engaño. La baja participación (con un significativo récord de abstención del 38%) es un mensaje a Nicolas Sarkozy antes que una llamada a un Partido Socialista aún fracturado por las últimas presidenciales y su falta de acuerdo sobre lo que debe ser. No obstante, el éxito de Bertrand Delanoë en París le convierte en un serio aspirante a encabezar y renovar en un futuro no lejano el socialismo francés.

En la segunda vuelta, la izquierda progresista ha sumado un 39% de los votos frente a un 47% la derecha, lo que refleja algo que no es una novedad: una sociedad dividida. El centro de Bayrou se ha deshecho como un azucarillo. De las grandes ciudades, la UMP sólo ha conseguido retener el gobierno de la segunda en importancia, Marsella, mientras la izquierda se ha impuesto en la capital, Lyon y en muchos otros lugares, algunos bastiones de la derecha como Estrasburgo y Toulouse, entre otros. Pesa del otro lado el éxito de 18 de los 22 ministros que aspiraban a una alcaldía, en una práctica de ejercicio simultáneo del poder local y central que no se corresponde con esa Francia que quiere reformarse.

Los socialistas reclaman que Sarkozy vire en su política y atienda a la exigencia de los ciudadanos de mejorar su poder adquisitivo y la justicia social, aumentando las pensiones y el salario mínimo. Aunque siempre es difícil interpretar el deseo general a través de unos resultados en las urnas, sobre todo ante comicios locales, estas elecciones sí parecen reflejar el deseo de los franceses no tanto de un cambio de objetivos como que éstos empiecen a cumplirse. Sarkozy apenas ha iniciado el camino de las reformas para las que fue elegido presidente 10 meses atrás en una Francia algo deprimida y cuyos horizontes económicos empeoran con la actual crisis global.

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Para Sarkozy ha sido una derrota sin paliativos tan sólo 10 meses después de haber entrado en el Elíseo. Los franceses se han cuestionado su forma de gobernar: un torrente de iniciativas mal definidas y aún menos aplicadas; una actividad desbordante, más propia de un ministro que de un presidente, y el uso de su vida privada con fines políticos. Lo que debe hacer Sarkozy ahora es dejar que el hasta ahora discreto primer ministro, François Fillon, ejerza de tal, y que lo hagan también los ministros. De poco servirá que cambie algunos nombres y algunas caras, si el activismo caótico de Sarkozy acaba tapándoles. Lo que debe hacer es ser aquello para lo que fue elegido: ejercer de presidente de la República. Los franceses y el resto de Europa se lo agradecerán.

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