El petróleo aprieta
La inflación subió otra décima en febrero, hasta el 4,4%, en contra de las previsiones que auguraban una bajada al 4,2% (gráfico izquierdo). Esta vez no podemos echarle la culpa a los elementos más volátiles, pues tanto los productos energéticos como los alimentos frescos redujeron su variación interanual, aunque todavía se mantienen en cifras elevadas: 5,2% y 13,3%, respectivamente (gráfico central). El aumento de la inflación se concentró esta vez en todos los grupos que componen la inflación subyacente, lo que es más grave. En el caso de los alimentos elaborados, la tasa pasó del 7% al 7,4%, lo que se debió a las subidas del tabaco y de los aceites. En este último caso, la subida parece extemporánea, pues la cosecha parece que ha sido excelente y no hay ningún problema de escasez, lo cual, una vez más, da pie a pensar que alguien controla este mercado a su antojo. La tasa de los bienes industriales aumentó una décima, pero es el único grupo donde se puede decir que no hay inflación, pues apenas alcanza un 0,2%, menos que en la zona del euro. Algo muy diferente se observa en los servicios, cuya tasa se eleva también una décima, hasta el 3,8%.
Parece que la tan temida espiral inflacionista está en marcha, justo en el peor momento
Las causas de la dualidad de la inflación entre los servicios y los bienes industriales son varias: pocos son los servicios que pueden importarse, los salarios (y sus subidas) pesan más en el escandallo de costes de los primeros, y para terminar, la productividad no sólo avanza menos en los servicios que en la industria, sino que disminuye. Hay que tener en cuenta, a estos efectos, que los aumentos salariales de los convenios registrados hasta febrero superan en casi medio punto porcentual a los del pasado año y además hay que sumarles otro punto por las cláusulas de salvaguardia. En definitiva, parece que la tan temida espiral inflacionista está en marcha, justo en el peor momento. No hay derecho, alguien tiene que poner fin a estos comportamientos, que además no tienen justificación alguna cuando la inflación se genera, como ocurre ahora, por el aumento de los precios de las materias primas importadas. Estos aumentos acarrean pérdidas de poder adquisitivo para todos los españoles, incluidas las empresas, y nadie puede pretender en este caso recuperar esta pérdida si no es a costa de los demás, que siempre acaban siendo los más débiles. Los más débiles, por otra parte, no sólo acaban perdiendo la parte de poder adquisitivo suya y la de los demás, sino, lo que es peor, acaban perdiendo el empleo. Estas reglas económicas tan elementales deberían enseñarse en las escuelas o, por lo menos, su conocimiento debería ser exigido a todos los que aspiren a puestos de responsabilidad política o económica.
La nueva escalada del petróleo y la persistencia de la tendencia fuertemente creciente de los precios de las materias primas agrícolas empeoran notablemente las perspectivas de inflación para lo que resta del año (gráfico derecho). En un escenario central, que parte de la hipótesis de que el precio del petróleo se estabilice en torno a 105 dólares el barril, la inflación se mantiene alrededor del 4% durante el segundo y tercer trimestres del año y sólo se reduce en el cuarto, para acabar en el 3% en diciembre, lo que da una media anual del 3,9%. Desviaciones de 10 dólares el barril respecto a este escenario nos llevarían a tasas medias anuales de unas tres décimas por arriba o por debajo de esta cifra, aunque las diferencias en diciembre serían mucho mayores: 3,8% en el escenario alto y 2,4% en el bajo. ¿A cuál se apuntan?
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas).
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