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Columna
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Resultados y expectativas

Los resultados electorales, como recordaba Javier Pradera en su columna del pasado miércoles, pueden ser analizados desde múltiples puntos de vista, pero hay uno que resulta inexcusable: el contraste entre los resultados realmente obtenidos y las expectativas con las que los partidos habían comparecido ante los electores. La luz que este punto de vista arroja sobre los resultados andaluces es esclarecedora.

La que arroja sobre los resultados de los andalucistas es cegadora. CA concurría con la finalidad de mantenerse como partido parlamentario, ya que daba por supuesto que no podría mantener el número de escaños obtenidos en 2004. No lo ha conseguido y se ha quedado, por tanto, fuera de juego, que es la posición más estéril en que puede quedarse una fuerza política. De la invisibilidad difícilmente se sale.

También es inequívoca la que arroja sobre los resultados de IU. Posiblemente sea el caso de mayor correspondencia entre las expectativas y los resultados, ya que IU ha conseguido mantener los escaños que había obtenido en 2004 con el valor añadido de que su coordinador general, Diego Valderas, podrá hablar en nombre de su partido en el Parlamento. Su posición sumamente responsable en el proceso de reforma del Estatuto de Autonomía le ha permitido superar una coyuntura muy adversa.

No tan concluyente es la luz que se proyecta sobre los resultados de los dos grandes partidos, PP y PSOE. En ambos hay un cierto desajuste entre las expectativas y los resultados.

En el caso del PP, porque no ha conseguido evitar que el PSOE repitiera la mayoría absoluta. Aunque Javier Arenas ha repetido hasta la saciedad que su objetivo era ganar las elecciones, es obvio que ni él mismo se creía que eso fuera posible. Su objetivo era el de derrotar las encuestas y hacer perder al PSOE la mayoría absoluta, forzándolo de esta manera a depender de IU, con lo que su pretensión de presentarse como partido de centro podría disponer de mayor credibilidad. No lo ha conseguido. Es la primera vez, dicho sea de paso, que Javier Arenas pierde frente a Manuel Chaves por mayoría absoluta. En 1994 y 1996 perdió, pero por mucho menos que ahora. Algo de frustración le tienen que haber dejado los resultados.

En el caso del PSOE, aunque a primera vista ocurre lo contrario, es decir, ha conseguido su objetivo declarado de mantener la mayoría absoluta, no está nada claro que los resultados hayan respondido a sus expectativas. Habrían respondido, si CA se hubiera mantenido como partido parlamentario y hubiera obtenido algunos escaños, que se hubieran detraído de los obtenidos por el PP. Con la desaparición de CA y la acumulación de todas las ganancias en el PP, es obvio que hay motivos para la preocupación. En particular, por la diferencia electoral entre Andalucía oriental y occidental, que en estas elecciones se ha hecho muy visible. Los resultados de Almería son resultados valencianos y los vientos de Málaga y Granada también apuntan a favor del PP. La homogeneidad de la hegemonía socialista parece que empieza a resquebrajarse. Esto tiene que haber sido recibido con satisfacción por el PP.

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Estamos, pues, ante una legislatura muy distinta de la anterior. El PSOE, a pesar de que ha obtenido unos resultados excelentes, tiene que empezar a interiorizar que hay síntomas de agotamiento en su fórmula de gobierno y el PP tiene que empezar a interiorizar que, si quiere convertirse en un auténtico partido de gobierno, tiene que dejar de hacer el tipo de oposición que viene haciendo desde siempre. Pronto tendremos ocasión de ver qué interpretación hace cada uno de ellos de los resultados electorales. En todo caso, la legislatura se presenta mucho más interesante que la que acabamos de dejar atrás.

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