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Crónica:LA CALLE | Rutas
Crónica
Texto informativo con interpretación

El oasis de la Costa Brava

Pasear por los Aiguamolls de l'Empordà es sumergirse en uno de los parajes con más encanto de Cataluña. Este apasionado parque natural, situado en la bahía de Roses, dentro de la comarca del Alt Empordà y entre las desembocaduras de los ríos Muga y Fluvià, es un auténtico paraíso donde se mezclan lagunas, marismas y riachuelos conectados por numerosos caminitos secretos.

La protección de este espacio, que costó grandes esfuerzos a grupos ecologistas y otros colectivos, culminó en la década de 1980, y desde entonces ha crecido el número de aves que acuden cada otoño a estos humedales y se van en primavera. Varias decenas de miles de ejemplares -se citan más de 300 especies de aves- se benefician de la bonanza de este enclave costero durante la época más inclemente del año. Se trata de un rincón mágico que estuvo a punto de desaparecer en la década de 1960 a causa de un proyecto que pretendía convertir la zona en una ciudad turística para 60.000 personas. Afortunadamente, gracias a una intensa y larga campaña en defensa de esta zona podemos disfrutar en la actualidad de un magnífico oasis de naturaleza que nos permite imaginar cómo era antiguamente toda la costa Brava, asfixiada por la especulación del ladrillo.

La ruta es completamente llana y no plantea ninguna dificultad. La temporada turística alta satura de visitantes el camino, por lo que se recomienda realizar la excursión en la primavera o en el otoño, cuando la presencia de aves migratorias se multiplica. El parque dispone de un centro de información, El Cortalet, en la carretera de Castelló d'Empúries a Sant Pere Pescador, donde se obtienen los permisos para realizar las visitas a las reservas. Desde este centro de recepción se inician varias rutas hacia la laguna litoral de la Massona, loa arrozales del Matà, la playa de Can Comes, la reserva natural de Les Llaunes y el Estany d'en Túries. Se puede realizar un itinerario circular por todos estos puntos de unos ocho kilómetros de recorrido, que pasa por varios observatorios y atalayas desde donde contemplar este excepcional espectáculo marismeño, a ser posible con prismáticos.

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