Barcelona agota los recursos de agua y mantiene los cortes para septiembre
Los barcos con agua potable llegarán en abril y aportarán el 10% del consumo
El grueso de los recursos posibles ya está sobre la mesa. La recuperación de acuíferos en desuso y otras actuaciones de emergencia, que han permitido a los grifos domésticos ganar hasta cuatro meses a las restricciones -inicialmente previstas para el mes de mayo-, no dan más de sí. La barrera de los cortes sigue fijada en septiembre y tanto los expertos consultados como la Agencia Catalana del Agua (ACA) consideran "muy difícil" alejarla más allá del verano. "No tenemos suficiente. Hace falta que llueva", subrayó ayer el consejero de Medio Ambiente, Francesc Baltasar. Después de 18 meses sin precipitaciones y 160 millones de euros invertidos para afrontar la sequía, los embalses quedan a merced de la meteorología y de la solidaridad hídrica que puedan aportar las distintas comarcas.
La opción de transportar agua dulce cargada en barcos, que la ACA da prácticamente por hecha, tampoco ofrece un gran margen de acción. Los buques atracarán en el puerto barcelonés en abril para aportar cerca del 10% del consumo (2,6 hectómetros mensuales), que la ACA ya incluyó cuando sus cálculos postergaron las restricciones a septiembre. Se suman así a los 9,7 hectómetros cúbicos extra que se aportarán a la red Ter-Llobregat. No basta para saciar una demanda que la Generalitat cifra en 24 hectómetros cúbicos al mes para el área metropolitana.
Barcos con límite
Baltasar argumentó ayer que "se puede incrementar la llegada de estos barcos en caso de necesidad". Esta agua, según informó Agbar el mes pasado, se descargará mediante tres puntos de captación con barcos de hasta 40.000 metros cúbicos de capacidad. Lo ve complicado Primitivo González, experto del Colegio de Ingenieros Navales y Oceánicos. "Los 2,6 hectómetros previstos se cumplirían en caso de ir muy deprisa", explica. González, autor de un estudio sobre el suministro de agua dulce transportada en buques, estima que cada nave requiere unas 30 horas para descargar su contenido. "Una nave cada dos días, contando el proceso de acoplarse". En caso que los buques desembarquen sin respiro, González asegura que el techo apenas podría superar los cuatro hectómetros cúbicos al mes.
Las reservas del sistema Ter-Llobregat estaban ayer al 21,4% de su capacidad, mantienen su descenso a cámara lenta y se prevé que entren en estado de emergencia dentro de tres semanas, cuando franqueen el umbral del 20%. El plan de Medio Ambiente ha aligerado este descenso: en las últimas dos semanas se ha consumido casi medio hectómetro cúbico menos que en las dos anteriores. Es una moderación muy frágil para afrontar el seco panorama catalán.
Baltasar admitió las complicaciones, pero destacó el papel realizado por su departamento. Sin las medidas de emergencia aplicadas, aseguró, los embalses estarían hoy al 10% de su capacidad. "Sería el caos", vaticinó el consejero, quien destacó que Cataluña consume hoy el 4% menos de agua que hace un año. No puede decirse lo mismo del escape de Badalona, que sigue escupiendo 216.000 litros diarios desde hace lustros.
La ACA aseguró, sin embargo, que estrechará la vigilancia para hacer cumplir el decreto de sequía tras haber abierto expediente a 25 centrales hidroeléctricas por mal uso del agua. También el Ayuntamiento de Barcelona empezará a multar este viernes a todo el que emplee agua potable para cualquier uso ajeno al consumo.
El consistorio leridano, por su parte, ha optado por ofrecer el 30% de bonificación en el recibo del agua a los bares, restaurantes y hoteles que reduzcan su consumo, en el marco de la campaña Pensa en l'aigua, és vida. Los locales deberán aplicar medidas de consumo responsable e instalar un contador individual. La ciudad de Lleida consume 15 hectómetros cúbicos de agua y el 20% corresponde al sector de la hostelería, informa Lluís Visa.
Lluvias con sequía en el horizonte
"Esta primavera tiene que llover, tiene que llover". Esta frase fue el comentario más repetido ayer entre los pasillos de la sede edificio de la Agencia Catalana del Agua. Estadística en mano, la profecía debe cumplirse. Hasta en la añada más seca desde 1973 -el año pasado, sin ir más lejos-, las precipitaciones se dispararon en el mes de marzo. Y la certeza es absoluta: va a llover, aunque persistirá la sequía.
"Para disiparla harían falta precipitaciones superiores a la media", explica desangelado un técnico del Instituto Meteorológico. Todo lo que no supere esa media, situada en marzo en los 146 milímetros, sólo servirá para recuperar caudal de los ríos, regar bosques y, con suerte, mantener el nivel de los embalses. Nada que hacer contra la sequía. "Es complicado", admite la ACA. Porque el clima tiende a ser cada vez más seco y la media de precipitaciones del periodo 1996-2006 tampoco superó la barrera de los 146 milímetros. "Aunque en nuestra situación, cualquier gota que caiga es más que positiva", coinciden los técnicos.
Está por ver, no obstante, que caiga mucho más que eso. Las previsiones del Met -servicio de meteorología británico- y de la Agencia Atmosférica estadounidense (NOAA, en sus siglas en inglés) coinciden en sus malos augurios: poca probabilidad de lluvias en Cataluña hasta el mes de mayo, pero subirán las temperaturas. Estas estimaciones detectan precipitaciones muy al sur, en Murcia y la Comunidad Valenciana, que un oportuno golpe de viento podría trasladar al norte, hacia la tierra seca.
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