"En España es imposible conciliar, somos anárquicos"
Quedamos a la 13.30, una hora poco española para comer. Elena Benarroch no suele sentarse a la mesa. A esa hora pica algo y se echa una siesta. Y comer, comer, ¿cuándo? "Toda la vida estoy peleando con las dietas, no soporto ni hablar de ello". Se levanta a las 7.00 y desayuna café con leche y tostada con aceite. A media mañana, otro café, y así hasta la noche, que cierra la tienda en la que vende, simplemente, lujo.
La diseñadora cree que Rajoy vistió fatal; Zapatero, impecable, y Obama, el mejor
"En España es impensable la conciliación laboral. La anarquía española es imposible conducirla a un horario europeo, ni en las comidas, ni en el consumo". Hija de judío, joven rebelde, tendera a los 25 años, la peletera que trastocó el abrigo de visón, musa de los ochenta, amiga y socia en la venta de joyas de Felipe González, en fin, una outsider, ni de izquierdas ni de derechas, sino "seguidora de las personas", defiende el horario libre. "Mi regla es abrir cuando más vendo. No es verdad que sólo las grandes superficies se beneficien, cada uno se debe adaptar a las circunstancias del barrio y abrir cuando más favorezca al negocio". Salen los platos y nadie diría que no le gusta comer. Pero es verdad que cuando llega el principal ya se ha desfondado.
Entre talleres y tienda maneja a un colectivo de 50 trabajadores donde el plan de igualdad se cumple casi a rajatabla. Y sin proponérselo. "No me rijo por leyes de igualdad de sexos, sino de capacidad, y ésta no tiene sexo". Fuma mientras habla y en su cuello se balancea un enorme colgante de ámbar, diseño de Felipe (González). "Ni él mismo conoce sus enormes posibilidades", afirma (como diseñador, claro). A su mujer, Carmen Romero, amiga suya, no la asesoró nunca, aclara. Era y es clienta, que es otra cosa. Sí asesora a Sonsoles Espinosa, de quien dice que es muy disciplinada, lo que no es incompatible con poseer una "enorme" personalidad. "Yo propongo, pero siempre elige ella".
Cree que es muy difícil ser elegante, pero si hubiera un secreto es que la ropa pase inadvertida. Otra vez menos es más: "Si una persona viste bien te fijas en su personalidad; si viste mal, no te fijas en otra cosa". Se niega a dar nombres, pero se ve a la legua que piensa que los políticos españoles visten fatal. Para empezar, barrería la corbata, así que... Hablando de corbatas: que Rajoy se ponga una roja para que le dé suerte "raya en lo supersticioso, lo que me parece poco serio para un candidato a presidente". En los debates televisivos entre él y Zapatero, a éste lo encontró "impecable"; a Rajoy, en el primero "hecho un desastre, el traje no le encajaba y los puños de la camisa no se le veían; en el segundo rectificó". Por fin suelta un nombre que no le compromete, Obama: "Es de una sobriedad extraordinaria".
Gran defensora del negro, le espanta cómo visten -y despilfarran- las mujeres para una boda. "Van hechas un cristo; sin embargo, en los funerales van impecables porque el negro unifica todo, incluso las clases sociales".
Sus 30 años de vendedora, muchos en la milla de oro de Madrid, le indican que el poder adquisitivo no es de izquierdas ni de derechas. Que el lujo no tiene ideología. "Para unos es comer, para otros, viajar o ver la televisión, es muy distinto para cada uno". En su tienda entra gente diversa. "Algunos sábados parece el metro". No toma postre. Para entonces unos cuantos comensales se han levantado a saludarla.
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