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El termómetro | ELECCIONES 2008
Columna
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Edu, Gaspar y Elvira

La niña de Rajoy era su mujer, Elvira Fernández, una mujer espléndida a la que yo no valoraré jamás más allá de su mirada. No se por qué me parece que su mirada, entre la Gioconda y la Dolorosa, era una ecografía real de una realidad virtual. Allí, aclamado por sus fieles, Mariano Rajoy celebraba su derrota mientras Elvira Fernández sonreía con tristeza. De toda la noche poselectoral, fue la mirada más sincera en una especie de Halloween al revés, donde el terror se vestía de alegría. Elvira, entre la sonrisa cínica de Acebes y la felicidad infantil de Pizarro, era la sonrisa del consuelo. El PP había perdido, aunque sólo Elvira Fernández parecía haberse dado cuenta y frotaba la espalda de Mariano con el cariño del compañerismo auténtico con el perdedor. Me quedé con esa imagen.

Y me quedé con Gaspar Llamazares, el único que pronunció la palabra derrota, la frase "mal resultado", cuando el resto hablaba de no haber conseguido el resultado que esperaban. Llamazares asumió su derrota y se fue casi al mismo tiempo que Javier Madrazo, con la mirada en un punto del infinito, recitaba su retahíla culpabilizadora del sistema, de la bipolarización, de la ley electoral, de lo ingratos que son los votantes, del voto prestado para acabar proclamando: "Somos la cuarta fuerza política de Euskadi". ¿Cuartos de cuántos? Está claro que entre Llamazares y Madrazo hay la misma distancia que entre la sonrisa de Rajoy y la de Elvira. Que se sepa, sólo Llamazares y el republicano catalán Joan Puigcercós han dimitido de algo. El de IU no optará a la reelección como coordinador general y el segundo, como consejero de Gobernación de la Generalitat. Los demás no encuentran motivos para dimitir.

Iñigo Urkullu, utilizando las manos como antídoto contra el nerviosismo en su comparecencia nocturna, al menos propone una "reflexión estructural", que es algo más profundo que lo que la oscuridad técnica de la frase propone. Urkullu asume y mira al futuro, aunque hablara "en persona, por teléfono, con José Luis Rodríguez Zapatero". Una cosa es la sintaxis y otra la síntesis. Urkullu, sereno y tenso, pareció entender el mensaje electoral a la primera. Ahora lo tiene que entender su partido. No es lo mismo.

EA prefirió mirar al pasado. Como Madrazo, se refugió en el área pequeña de la bipolarización, la distinta calidad de las elecciones y el factor emocional del atentado de Mondragón. EA prefirió no mirar al futuro y por eso su presidente, Unai Ziarreta, también tenía un punto fijo en el fondo de la sala, que no es lo mismo que el horizonte, sino todo lo contrario. Ambos deberían pensar qué coste han tenido sus alianzas municipales con ANV y su extraño papel en el Gobierno de Ibarretxe.

Reconozco que me gustan los perdedores, los james dean de la vida, que lo intentan y no les sale. No se por qué no hay perdedores en Euskadi (o sí se por qué, pero me lo callo). Pero me gustan también los ganadores silenciosos, es decir los que saben ganar. Los socialistas non sólo han ganado las elecciones en Euskadi, sino que ha ratificado a un político de futuro, Eduardo Madina, que supo ganar con elegancia, con la misma sonrisa discreta con la que Elvira Fernández expresó la derrota de Rajoy y la misma serenidad con que Llamazares encajó la goleada.

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