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Entrevista:ALMUERZO CON... ÀLEX CRIVILLÉ

"He tenido que ser padre para ver el peligro de la moto"

Oriol Puigdemont

Han tenido que pasar 25 años para que Àlex Crivillé tome sentido a la frase que su madre, Isabel, le repetía cada vez que él salía por la puerta de su casa en Seva (Barcelona), sin haber cumplido aún los 20 años, para jugarse el cuello en algún circuito del mundo, subido a una moto de carreras, a ras de suelo, y a más de 200 kilómetros por hora. "Àlex, no corras mucho, eh...", le suplicaba. El trofeo de campeón del mundo de 500cc de 1999 -el único que posee el motociclismo español- y una quemadura que le cubre más de la mitad de su mano izquierda, confirman que los ruegos de Isabel no tuvieron en su hijo el efecto que hubiera querido.

El ex campeón del mundo de 500cc se ha pasado a la equitación

"He tenido que ser padre para ver lo peligrosas que son las motos", reconoce Crivillé, jersey de lana, deportivas de lujo y vaqueros de la misma marca que le vestía cuando corría; enchufes de ser comentarista televisivo. Su look es juvenil. Tiene 38 años y lleva cinco retirado. A su edad, hay quien todavía corre. Pasa el tiempo, pero sus biorritmos no cambian. Sale de su flamante deportivo, un Porsche 911 Turbo que le ha comprado a un constructor en horas bajas, y lo cierra, a distancia, con el bip-bip. L'Estanyol es el restaurante del club de golf El Montanyà, verde a los cuatro vientos y en la entrada un empedrado como el de una villa romana. La elección responde a la cocina más que al deporte que se practica: Crivillé no ha embocado un putt en su vida. "Pisamos tierra de trufas", afirma el motero, "y ésta es buena época", infiere Ricard, el camarero de siempre, al que Crivi se entrega por completo cuando toca elegir. "Si Ricard dice trufas, pues trufas", impone el catalán, que vive mucho más despacio que cuando competía pero, paradójicamente, también más angustiado. El responsable es su hijo de cuatro años. Además del nombre, también ha heredado su pasión por las dos ruedas. "La culpa es mía, que tengo el garaje lleno de motos y, para rematarlo, le he comprado una -una Bultaco Chispa de 25cc-. Va a toda pastilla y yo sufro como un canalla porque sé lo peligrosas que son". Para tratar de despistar le ha apuntado a tenis.

Tras unos años de derrapes y culetazos subido a un coche de carreras - "en los rallies es muy fácil dejarte todo el dinero que has ganado"-, Crivillé se centra ahora en los caballos. Disputará algunas pruebas del Campeonato de Cataluña de equitación, siempre que pueda combinarlo con la transmisión de las carreras de MotoGP. "Un día recibí una propuesta de Televisión Española y, tras pensarlo mucho, ¡aquí estoy!". Comenzó la temporada pasada y no fue fácil: "No hablo mucho", justifica él mientras Ricard presenta el segundo plato, láminas de ternera casi crudas -"como hay que comerlas"-. Crivillé ya era callado cuando peleaba por ganar, y puede que el motivo sea que nunca pensó en llegar tan arriba. "Me encantaba la mecánica y no tenía nada claro el ser piloto profesional. Mi única obsesión era disfrutar de cada momento de la vida", recuerda. "Mi primo tenía un torno y allí retocaba mis motos. Arrancaba, y un kilómetro más allá explotaba todo. Y vuelta a empezar...". Luego llegaron las carreras, sus primeros triunfos, "y todo cuadró".

Restaurante L'Estanyol. El Brull (Barcelona)

- Espaguetis de trufa

- Dos filetes de ternera guisada en aceite de trufa

- Mousse de chocolate

- Vino

- Agua mineral

- Tres cafés

Total: 119,69 euros

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