Coherencia
De verdad que no sé por qué causan asombro determinadas conductas de las fuerzas sociales y políticas. ¿Creen de verdad que se puede acusar al PP porque esté privatizando la sanidad, el transporte o la educación? ¿Creen sinceramente que podemos señalar a la Conferencia Episcopal porque se opone a los matrimonios homosexuales o a la educación para la ciudadanía? ¿Creen, con el corazón en la mano, que se puede criticar a Esquerra por ser una formación republicana o al PNV por ser nacionalista?
Yo no. A mí me parece que están en su papel, como el todoterreno que trepa por los parques naturales, los taurinos que disfrutan las corridas o los que entrenan perros para las peleas. Me parece indigno y escandaloso que quienes legislan y ejecutan las leyes, quienes en definitiva tienen el poder, no pongan coto a tanto desafuero y consientan que la Ley de Dependencia o la Educación para la Ciudadanía, o la del tabaco, no se apliquen en alguna comunidad autónoma, que consientan que se privaticen colegios públicos, el deterioro de la sanidad, las dificultades para ejercer el derecho al aborto, que los delincuentes de guante blanco consigan la impunidad, que aumente el deterioro medioambiental, que existan todavía avenidas del Generalísimo o que se siga financiando con impuestos a una Iglesia católica machista y homófoba, que a su vez sostiene emisoras tóxicas que manipulan y envenenan.
Me van a perdonar, pero opino que la sonrisa, las buenas palabras, las buenas intenciones, incluso los buenos datos, del tipo que sean, no son suficientes. Las leyes se hacen para cumplirse; y si no, que actúe la justicia.
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