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¿Y si el 'hiyab' es algo escogido?

Al calor de la campaña electoral y de las opiniones de Mariano Rajoy sobre la inmigración, una de las mayores preocupaciones de estos días parece ser si las musulmanas en España llevan pañuelo porque quieren o porque las obligan. Y sin embargo, sería absurdo pensar que el proceso de pañuelización o hiyabización que está teniendo lugar en el mundo musulmán, incluso en el europeo, pueda resolverse en estos términos. La trampa es que hay dos cuestiones separadas: este proceso de hiyabización, por un lado, y la retórica anti-inmigración, que diría la antropóloga Verena Stolcke, presente en los partidos europeos del centro y de la derecha, retórica que se contagia a una buena parte de la prensa, incluida la gratuita, que es la que llega a más gente.

La campaña contra el 'hiyab' pretende dar un aire liberal al discurso islamófobo

Lo que está pasando en el discurso del Partido Popular tiene que ver con lo segundo, naturalmente. Y se vincula al interés del PP en oponer un discurso diferente al del PSOE, que tiene una propuesta ya bastante restrictiva, bastante "europea", con respecto a la inmigración.

El discurso del PP construye al extranjero como sospechoso de no cumplir las normas y las leyes, las escritas y las no escritas. Pero el argumento de más peso que usa la derecha para la exclusión es el del supuesto maltrato y la marginación sistemática de las mujeres de un grupo concreto de extranjeros, el de los musulmanes. Y la derecha española cree encontrar el símbolo de este maltrato en el pañuelo, convirtiéndose éste, una vez más, en el instrumento para la exclusión. La adjudicación de ese valor a ese símbolo parece una prueba irrefutable de la inadecuación, de la inferioridad, de esa cultura. Lo que hacen estas retóricas de la exclusión es "naturalizar" esa conexión. En el caso español, no resulta difícil, habida cuenta de las connotaciones negativas del ser marroquí.

Y en relación con ello, hay en España tres posturas con respecto al pañuelo: la anti-inmigración, que usa el pañuelo como parte del discurso de la exclusión del extranjero; la ilustrada, que lo tolera, pero que sostiene que desaparecerá con la educación y la integración de los extranjeros, y la que finalmente, no problematiza el asunto. La segunda, en realidad, alimenta a la primera, y siempre ha sido así. Es la que lo asocia con la extranjería y, en cierto sentido, con la miseria.

Pero ¿qué ocurre cuando el pañuelo no está asociado ni a la inmigración ni a la extranjería?, ¿cómo responde este discurso a los casos de las diputadas musulmanas, de las profesionales españolas, de origen español converso o marroquí o sirio, que han decidido llevar el pañuelo? ¿Por qué desangela tanto saber que el pañuelo puede ser algo elegido, y no precisamente pensando en la desigualdad sexual?

Si se contestara que el pañuelo es algo "elegido", los islamófobos se quedan sin su argumento de mayor peso. En España el discurso de exclusión de los inmigrantes marroquíes y por extensión, de los musulmanes, se está escribiendo sobre el papel del pañuelo. Y es que el discurso que sostiene que el pañuelo hace referencia a la subordinación de las mujeres, es naturalmente, ideológico, y no está basado en ninguna correspondencia natural ni cultural. Esa conexión está construida, en los países de inmigración musulmana, para reforzar la diferencia de aquellos a los que no se quiere integrar. Antes pasó con los gitanos, es el mismo proceso.

La propuesta del PP de la regulación del pañuelo en la escuela en España no tiene base jurídica. Se puede optar por una ley a la francesa, y prohibirlo como símbolo religioso, poniéndolo al mismo nivel de otros. Esto sería considerablemente difícil en un país donde aún hay crucifijos en las aulas de muchos colegios públicos y donde en la enseñanza concertada y privada hay un fuerte peso de las monjas. O se podría traducir a nivel jurídico el argumento del PP, a propósito de la prohibición de todo lo que simbolice la subordinación de las chicas con respecto a los chicos. También sería complicado, pues habría que identificar todos estos símbolos, y prohibirlos en consecuencia: creencias, actitudes y otras formas de vestir.

El argumento del pañuelo, identificado con la discriminación de las mujeres e impuesto a éstas, es útil en España, en diferentes sectores. Primero, en la derecha, pues permite sostener un discurso excluyente con respecto al extranjero basándose en supuestos valores liberales y escondiéndose del racismo clásico. Segundo, tiene su utilidad para algunos miembros prominentes de la comunidad escolar, pues les permite poner la carga en las estudiantes, y no en las carencias que tiene la enseñanza pública, conectadas con su relación con la concertada, inédito caso español. Y tercero, para el común de la gente, proporciona una razón "objetiva" que explica la marginación de los marroquíes, incluso con respecto a otros colectivos de inmigrantes, más "integrables", también desde el punto de vista del Partido Popular. Y esto, desgraciadamente, ha sido un éxito electoral del Partido Popular y de su maquinaria ideológica.

Ángeles Ramírez es profesora de Antropología de la Universidad Autónoma de Madrid.

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