Música de ida y vuelta
Discos que conquistan el mundo gracias a que hacen camino con los viajeros
La primera vez que escuché Clandestino, de Manu Chao, fue en la Polinesia francesa. Y Flipé. Me levanté y le pregunté al camarero del bar: '¿Qué es esto tan bueno?'. Me contestó que el disco en solitario del cantante de Mano Negra", recuerda Pedro Torquemada, un vitoriano de 37 años, viajero impenitente, que ha recorrido más de 40 países del mundo mochila al hombro.
Si un viaje es la suma de las experiencias obtenidas a lo largo del camino, además de conocer gentes y lugares, la música es una parte fundamental. Pero no sólo sonidos étnicos y locales. "En cada rincón al que iba, en todos los bares de mochileros y chiringuitos en los que entraba, oía el mismo disco de Jack Johnson, y al final se me pegó. Es música que asocias a un lugar -en mi caso, Tailandia- y a un viaje en el que me lo pasé muy bien. Al volver estuve una buena temporada oyendo el disco y hablándole de él a mis amigos", relata el barcelonés Jaume Rodríguez.
Es algo mucho más habitual de lo que parece. De regreso a casa, los viajeros traen el bronceado, fotos y un par de discos que han sonado reiteradamente en sus vacaciones y que se les han clavado en la memoria. Casi siempre, músicas suaves y acústicas.
El surfero universal
El caso de Jack Johnson, hawaiano nacido en Oahu, es paradigmático. Actualmente, su quinto disco, Sleep through the static, es número uno en ocho países del mundo, entre ellos Estados Unidos. Pero sus primeros fans fueron los surferos que cogían olas en el Pacífico. De allí sus canciones se extendieron hasta Australia, donde cuajó entre los mochileros y los turistas, y llegó un momento en que, desde las playas de Brasil hasta las de Goa, en la India, era complicado encontrar algún garito donde no sonara Jack Johnson. "Muchos alemanes o británicos han ido a Australia de vacaciones y allí han conocido mis canciones. Para ellos es música de verano", reconocía él mismo en la promoción de su anterior álbum.
Como siempre, hay un recorrido. La avanzadilla suelen ser los mochileros. Muchos pasan meses fuera de casa. "El mochilero guitarrero es una especie abundante en el mundo, y lo sería aún más si no fuera porque por definición una guitarra no cabe en una mochila. Esto genera un sinfín de versiones viajeras de cualquier melodía que se pueda tocar con do, mi, fa, sol. Los dinosaurios -Dylan, Neil Young, Bruce, Van- no pegan demasiado, quizá debido a la edad media de los viajeros, casi siempre por debajo de los 25", cuenta Torquemada.
No pasa mucho tiempo hasta que ese músico -Johnson, por ejemplo- suena en todos los locales donde van los turistas. Es aún más rápido que su disco -en versión original o pirata- aparezca en bazares y mercados. Y a los pocos meses es posible que alguien en Francia o España se pregunte cómo es posible que ese músico que apenas ha sonado en la radio esté vendiendo tantos discos.
Además de Jack Johnson o Manu Chao, es el caso de Ben Harper, cantautor estadounidense del que todo mochilero con guitarra parecía conocer ocho o nueve canciones. Grupos como Delamitri y The Killers (su tema Mr. Brightside en versión acústica fue uno de los más escuchados en el sureste asiático durante 2005), y fenómenos como el chill-out, que empezó a sonar en los veranos baleares y se expandió por toda Europa durante el invierno.
Pero si hay un músico que se asocie a cualquier lugar del mundo, que traspasa las fronteras y las modas, ése es Bob Marley. "Vas a Tailandia y oyes Marley. A África, y Marley. A Latinoamérica, y Marley. Recuerdo un concierto de versiones suyas en Katmandú tocado por músicos nepalíes. Si quieres tocar una canción con algún guitarrista local, lo más seguro es que al menos se sepa una de Marley. Es universal", afirma Torquemada.
Claro que la tecnología ha tendido a quitarle magia. "Antes, en aquel mundo del mochilero no existía el iPod, y tenías que meditar mucho si querías llevar música o no, ya que los 15 CD que eligieras iban a ocupar y pesar mucho. Eso llevaba a escuchar poca música, y cuando dabas con un garito, o fiesta, o chiringuito con una buena canción, era emocionante, la saboreabas a tope porque de verdad se echaba de menos", concluye.
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