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La carrera hacia la Casa Blanca

El voto sindical de Ohio decidirá la suerte electoral de Hillary Clinton

Si la senadora por Nueva York es derrotada, tendrá que arrojar la toalla

Antonio Caño

En Youngstown, una de las viejas perlas del cinturón industrial del noreste norteamericano (lo que se conoce como el rust belt), más que las elecciones del martes, preocupa la posibilidad de que General Motors recorte en 2009 una tercera parte de la plantilla de su factoría de Lordstown, el mayor empleador del área. O ambas cosas al mismo tiempo. "Aquí", como dijo el gobernador, "la primera inquietud es el empleo, la segunda el empleo y la tercera el empleo. Votaremos con eso en la mente", recuerda Ike Schisler, un jubilado del sector del automóvil.

Ohio tiene fama de representar la media exacta del votante de EE UU
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No es muy diferente la situación en la otra esquina de Ohio. La fábrica de Ford en Maumee, cerca de Toledo, tiene previsto cerrar sus puertas a finales de este año. La cadena CBS anunció esta misma semana que la empresa Johnson Controls, que ha fabricado durante décadas los asientos de los Jeep, dejará de hacerlo el próximo año y será reemplazada por una factoría que opera en India.

Como consecuencia, ciudades como Youngstown, que fue polo de atracción de emigrantes europeos y latinoamericanos durante el boom del acero, pierden ahora población cada año. Los centros urbanos van quedando desiertos y la delincuencia crece, pese a algunos nobles esfuerzos, como los del alcalde Jay Williams, un independiente y reputado luchador contra las armas de fuego.

Historias similares se repiten en una y otra localidad de este Estado, donde, desde el año 2000, se han perdido más de 200.000 puestos de trabajo. Sus votantes no son, por tanto, fáciles de convencer con palabras. Quieren garantías de que el presidente que envíen a Washington tiene un plan económico ambicioso y la energía para sacarlo adelante.

La media de ingresos en Ohio supera apenas los 43.000 dólares anuales (28.300 euros), un 85% de la población es blanca y sólo poco más de 20% posee un título universitario. Es decir, es el territorio idóneo para Hillary Clinton, que ha demostrado en otras elecciones su buena acogida entre la población con ese perfil y que se juega aquí el ser o no ser de su campaña electoral. Si Clinton es derrotada el próximo martes en Tejas, tendrá medio perdida la carrera; si es derrotada en Ohio, la perderá del todo. Hace un mes las encuestas le daban 30 puntos de ventaja; hace 10 días, 20, y esta semana, 7.

Algunos de los principales valedores de Clinton en Ohio creen todavía que su victoria está asegurada. "El mensaje de Obama es muy bonito, pero no servirá para acabar con el poder de los ricos. Hillary lo hará", afirma el congresista por Ohio Richard Neal.

La misma convicción tienen algunos de los más influyentes dirigentes sindicales en un Estado con una de las más altas cotas de sindicación de todo el país. "¿Qué es lo que necesitamos, el director del Harvard Law Review o una luchadora por la clase trabajadora?", se pregunta Tom Buffenbarger, un dirigente de la Unión de Mecánicos. Otro conocido líder sindical, James Hoffa, hijo del célebre Jimmy Hoffa y presidente, como él, de la Unión de Camioneros, ha dado, sin embargo, su apoyo a Obama.

Algunos académicos y periodistas no ven tampoco la derrota de Obama tan clara. Consideran que Ohio ha sido alcanzada por la misma ola de emoción que recorre el país y que acabará arrastrando, aquí también, las ilusiones de Clinton.

No sería sorprendente que así fuera. Por algo Ohio tiene fama de representar la media exacta del votante norteamericano y de decidir más que nadie la suerte de las elecciones presidenciales. Todavía se recuerda la angustia del recuento de votos en Ohio en 2004, con sospechas de irregularidades incluidas. Su victoria aquí le dio la victoria a George Bush. Ocho de los presidentes norteamericanos son originarios de este Estado, más que de ningún otro del resto de la nación.

Un éxito en este territorio, además de los 141 delegados que reporta, tiene el mérito de ganar un Estado en el que es imprescindible triunfar en noviembre para llegar a la Casa Blanca.

Por esa razón, tanto Hillary Clinton como Barack Obama se han lanzado a una carrera desenfrenada de ofertas económicas difícilmente realizables. Castigos fiscales a las empresas que exporten puestos de trabajo, reducciones de impuestos a las familias trabajadoras, compensaciones a los jubilados... una larga lista de intervenciones sociales. Un electobarómetro puesto en marcha por The Wall Street Journal calcula que, hasta la fecha, las propuestas económicas hechas por los candidatos demócratas costarían cerca de los 900.000 millones de dólares.

Pero el sujeto principal del populismo es el Tratado de Libre Comercio con México (Nafta, en sus siglas en inglés). Los dos candidatos demócratas se han comprometido a retirarse de ese acuerdo si el Gobierno mexicano no acepta una renegociación para añadirle nuevos requerimientos en cuanto a salarios, medidas de seguridad de los trabajadores y respeto al medio ambiente. Es difícil hablar con alguien en este territorio -máxime si el reportero tiene acento español- que no identifique inmediatamente Nafta con las dificultades económicas de esta región y que no pida un trato más justo para los trabajadores norteamericanos en el juego de la economía globalizada.

Cosa nada fácil si se tiene en cuenta que, según los datos de la agencia Moody, el promedio de los salarios de los trabajadores de la industria en Ohio asciende a la escasamente competitiva cifra de 68.000 dólares anuales.

Hace ya varios días, Obama tuvo un rasgo de sinceridad al reconocer ante los empleados de General Motors en Wisconsin: "No voy a decirles que podemos o debemos parar el libre comercio. No podemos impedir que algunos trabajos se vayan al exterior".

Al mismo tiempo, Obama ha prometido que, como presidente, no firmará ningún nuevo tratado de libre comercio que no contenga cláusulas de protección para los trabajadores norteamericanos. Clinton, por su parte, ha propuesto que queden en punto muerto todos los tratados negociados hasta ahora y pendientes de ratificación. Es el caso de Colombia y Corea del Sur.

Mientras tanto, Ohio busca nuevas formas alternativas de desarrollo. First Solar, que fabrica pantallas solares, es una de las firmas de más éxito y más rápido crecimiento del Estado. Sus oficinas y centros de investigación están en Perrysburg, pero sus cuatro plantas de producción están en Malasia.

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