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ELECCIONES 2008

Una caravana atada y bien atada

Ni Zapatero ni Rajoy han hablado aún con los periodistas que siguen sus mítines

No hay respuesta. Ayer se proponía en esta página que los periodistas de la caravana electoral del PP preguntasen a Mariano Rajoy quién cuida a sus dos hijos cuando él y su esposa están trabajando, o que -si rehusaba la cuestión por demasiado personal- al menos dijera quién cree que se ocupa de llevar y traer del colegio a su misteriosa niña ficticia, esa lumbrera que está dando tanto que hablar.

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¿No la estará cuidando una de esas inmigrantes a las que el PP parece haber puesto en la diana de su discurso electoral? Pero no hubo manera de formularle la pregunta. No porque los periodistas que siguen a Rajoy de mitin en mitin sean unos flojos, sino porque -por extraño que parezca- no lo ven. Los periodistas que siguen a Rajoy no han hablado ni una sola vez con él desde que empezó la campaña electoral.

Menos mal que los periodistas de la caravana de Zapatero...

-No sigas por ahí...

-¿Tampoco ven a Zapatero?

-Tampoco.

Valga el ejemplo de ayer. Los periodistas que siguen a Zapatero se despertaron en A Coruña, donde la noche anterior el presidente había dado un mitin. De A Coruña se fueron en avión a San Javier, desde donde un autobús los llevó a Murcia. Después del mitin nocturno, vuelta a San Javier y de allí a Las Palmas, donde tenían previsto llegar a las cuatro de la madrugada... sin haber cruzado una palabra con Zapatero.

O lo que es lo mismo: los periodistas que acompañan incansablemente a Zapatero y a Rajoy por todo el país -miles de kilómetros y muy pocas horas de sueño- tienen el mismo contacto con los líderes del PSOE y del PP que un crítico de cine con una estrella en la pantalla. Pero hay más. Las imágenes que las distintas televisiones emiten de los mítines no han sido grabadas por sus cámaras, sino suministradas -tras ser supervisadas convenientemente- por los partidos. De esta forma, se aseguran de que todos los planos reflejen alegría, entusiasmo, convicción de victoria, frases redondas sin titubeos. Así no existe el peligro de que el camarógrafo -en el legítimo uso de su libertad y su mala uva- se fije en una grada desoladoramente vacía o en un parroquiano que dormita o se mete el dedo en la nariz mientras el líder respectivo habla de España.

Por tanto, el celo excesivo con que los asesores de imagen de PSOE y PP midieron hasta el último fleco del debate no es más que una tendencia compartida a atar todo lo posible la campaña, a que lo que salga por televisión sea el mensaje decidido por el partido para ese día y no lo que al periodista le parezca mejor. Ya habrá tiempo -pensarán con razón los jefes de prensa- de que aparezca un espontáneo y lo estropee. Ayer le sucedió al PP. Llegó la eurodiputada Ana Mato, candidata por Madrid, y dijo sin cortarse ni un pelo:

-Los niños andaluces son prácticamente analfabetos...

A continuación le echó la culpa al presidente Chaves, pero ya el lío estaba montado. No es difícil imaginar la reacción de las madres andaluzas -"A mi niño le vas a llamar tú analfabeto..., te voy a dar yo a ti analfabetismo el 9 de marzo"- ni tampoco la de Rajoy cuando alguien le tradujera lo que Elorriaga, su jefe de comunicación, había declarado al diario británico Financial Times: "Sabemos que los votantes socialistas indecisos nunca nos votarán. Pero si podemos sembrar suficientes dudas sobre la economía, la inmigración y las cuestiones nacionalistas, tal vez se queden en casa y no voten".

Así que no es de extrañar que Rajoy -y también Zapatero- prefieran a los periodistas atados y bien atados. Bastantes disgustos les dan ya en casa.

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