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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Elecciones e Iglesia

Con motivo de la proximidad de las elecciones generales se viene criticando -con toda razón- la injerencia de la Iglesia católica en la política de este país. En el caso concreto de la ínclita Conferencia Episcopal, su propósito es influir a diversos niveles en el clima político, por la cuenta que les trae.

Quisiera referirme a la siguiente cuestión: los señores obispos vienen instando a sus seguidores católicos a "... no votar a los partidos que negocian con ETA...". Esto, claro, puede tener diversas lecturas. Pero hay que recordar -específicamente- el papel que la Iglesia católica vasca ha tenido en el denominado "conflicto". Lo cierto es que ha mostrado una notable habilidad para flotar como un corcho moral por muy revueltas que bajasen las aguas -con o sin treguas-.

Sencillamente, una institución que, en el mejor de los casos, ha venido jugando una paternalista "equidistancia" entre víctimas y verdugos ("Hay que comprender también a estos chicos...") y que no ha mostrado la menor capacidad para realizar una autocrítica fuera de declaraciones tangenciales con la boca pequeña, carece de autoridad moral para pretender influir en el clima sociopolítico, incluso marcar el compás de la reconciliación. Actuando de esta manera, la Iglesia católica pretende un doble objetivo: por un lado, retomar el protagonismo con una propuesta que nadie puede rechazar y, al mismo tiempo, hacer una finta a su grave responsabilidad histórica. Históricamente, se trata de una institución experta en ejercer su prepotencia disfrazándola de humildad. Es lo que en psicología se conoce como doble vínculo.

Esta reconciliación, tan humana y necesaria, pasa porque la Iglesia católica vasca pida alto y claro "perdón". En plenitud. Sin excusas, reticencias, ni retóricas.

Obviamente, a la Iglesia católica, como institución, le resulta más cómodo y rentable políticamente intervenir -casi siempre en términos negativos- en cuestiones como la Educación para la Ciudadanía, la educación sexual, el aborto, etcétera, que reconocer sus graves errores en este disparate sangriento que es el conflicto vasco. Carece por ello -amén de otras razones que se podrían añadir- de la credibilidad moral que se arroga y que todavía diversos sectores de la sociedad le conceden ingenuamente.

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