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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Turquía y Kurdistán

Inquietud en Occidente por la nueva operación contra la guerrilla separatista en Irak

Hace ya seis días que varios miles de soldados turcos, apoyados por aviación y artillería, operan a unos kilómetros al interior de Irak, para destruir las bases de la guerrilla independentista kurda del PKK, que en las últimas semanas ha perpetrado atentados en Turquía dando muerte a militares y civiles. La zona es semidesértica, los separatistas afirman que allí ni operan ni tienen bases, lo que no les impide, sin embargo, asegurar que han causado docenas de bajas al atacante, mientras que las fuentes de Ankara pintan la situación opuesta.

La operación, teóricamente de alcance limitado, obedece tanto o más a razones políticas que estrictamente militares. Aunque Estados Unidos sólo ha admitido a regañadientes la necesidad de llevarla adelante y el Gobierno iraquí, contradiciéndose con profusión, ha terminado por pedir que "concluyera cuanto antes", el jefe de Gobierno, Tayyip Erdogan, no puede permitirse el lujo ante su propia opinión de mostrar debilidad con el secesionismo, ni tampoco plegarse a los deseos de sus aliados occidentales.

El líder islamista moderado está desarrollando un programa de reformas legislativas que deberían hacer posible, aunque en un futuro distante y sin fecha conocida, el ingreso de su país en la UE; y, paralelamente, trata de contentar a su parroquia, fuertemente religiosa, tomando medidas como el reciente levantamiento de la prohibición de usar velo en la universidad. Y tanto uno como otro esfuerzo encuentran graves detractores en su propio país: los nacionalistas exigen mano dura contra el separatismo, mientras que la opinión occidentalizada teme que el permiso para que las universitarias se cubran la cabeza anuncie una gradual islamización de la sociedad.

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Washington pide contención a cualquier operación de este tipo, porque los kurdos son sus mejores aliados en Irak, donde gozan de una amplia autonomía en las provincias del norte; y la UE estima que la militar no es la vía más adecuada ni para acabar con la guerrilla secesionista, ni, desde luego, para llamar a las puertas de Europa. Por ello, el solo hecho de prolongar la operación, como parece indicar la suspensión del viaje del presidente Abdullah Gul a África, es malo para el crédito internacional de Ankara.

Sería injusto no reconocer lo mucho que se ha hecho para que la legislación turca, sobre todo en lo tocante a derechos humanos, sea compatible con los estándares de la UE; pero eso no basta. Y el conflicto con el nacionalismo kurdo pide un planteamiento mucho más político de lo que hasta ahora ha demostrado ser capaz el Gobierno turco. No cabe formar parte del club europeo sin que antes la comunidad kurda goce de los mismos derechos a expresarse, crear y vivir en el ámbito que le sea propio como el resto del país. Y todo ello sólo puede procurarse por la vía negociadora. Aunque Washington acepte lo inevitable de la intervención y Bagdad se queje con sordina.

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