_
_
_
_
El termómetro | ELECCIONES 2008 | Campaña electoral
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Música en las paredes

Hay cosas que permanecen invariables. Por ejemplo: los domingos son propiedad privada del cine, los toros (cuando hay) y el fútbol. Lo del cine va a menos porque los centros de las ciudades se han desertizado del séptimo arte en beneficio de las grandes superficies que tienen de todo menos arte. Pero el fútbol permanece. Como uno comparte esta afición con tipos tan sospechosos como Eduardo Galeano, Roberto Fontanarrosa, Javier Marías, Albert Camus, y gente así, ayer miré por San Mamés si había algún atisbo de campaña o sólo miedo escénico. En otro tiempo no muy lejano, un partido de fútbol era una campaña encubierta en el campo o descubierta en panfletos, pegatinas u hojas volanderas. En otro tiempo, no tan lejano, los mítines se ponían al lado de San Mamés o Anoeta para que la gente tuviera el día completo. Incluso se calculaba con la televisión los horas de una cosa y otra. La política , en esos casos, iba por detrás de la fe nacional futbolística (ya fuera rojiblanca o blanquiazul).

De paseo por San Mamés, con una leve mirada, se adivinaba el profundo cambio social. Tras la tribuna principal se advierte ahora un baldío absoluto, el que dejó la antigua Feria de Muestras, en espera del nuevo estadio. Una larguísima valla la protege, (no se sabe de qué porque detrás no hay nada). Una valla que es un caramelo para los avisos políticos, para la publicidad electoral. Misión imposible. Toda la valla, toda, está ocupada por anuncios de conciertos y actuaciones musicales. Carteles pegados con cola y engrudo, como aquellos de Arzalluz o Ramón Rubial, pero reflejando uno a uno toda la actividad musical que se produce en Vizcaya. La verdad, nunca pensé que fuera tanta. De entre todos ellos, la verdad, sólo reconocía a dos: The Gift, un grupo portugués que no canta fados y por eso se ha convertido en un grupo de culto. Son buenos, son distintos y absolutamente lejanos (porque nada hay más lejano de España que Portugal) y Violadores del verso, unos zaragozanos de hip hop que hacen honor con sus letras al nombre que les anuncia.

Por el suelo, nada de política tampoco. Mucho gratuito futbolero, de esos que entretienen en los minutos previos al partido. Ni rastro de la campaña que parece no encontrar su sitio entre el ayer (los mitines, los mercados, el reparto floral) y el mañana (internet, you tube, sms). Es normal. El ayer pertenece a generaciones que empiezan a demostrar un cierto hastío no por la política, sino por los caminos políticos, y el mañana es cosa de jóvenes que no acaban de engancharse a un política hecha con viejos hábitos.

En el Kursaal, sonaba otra música, wue bien pudiera ser el concierto de un grupo que pongamos que se llamara Acto de Contrición. Allí, a capela, el vocalista, Iñigo Urkullu, prometió la regeneración del PNV, el retorno a la política de sus valores tradicionales. Había mucha música detrás de esa palabras. La música de los escándalos en Guipuzcoa que han lastrado al PNV el último año. Pero si un grupo debiera actuar en una campaña unitaria serían los Heroes del Silencio. Por el nombre, lo digo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_