Con mi voto, la memoria
A pesar de mis casi 94 años, o por haberlos vivido, no puedo olvidar el alzamiento de la derecha española, de la Iglesia católica y de gran parte del ejército (soldadito forzoso fui), confabulados contra el Estado de derecho de la República en el golpe militar que provocó la cruenta guerra incivil. En 2008 ni consenso hay para rendir recuerdo y memoria a los represaliados planificadamente por la conspiración, a la postre dictadura vencedora y vengativa durante 40 años. Un crimen denunciado quizá por la historia, pero aparcado en inusitado olvido e impunidad social, civil y jurídica que la tímida ley llamada de la memoria ¿solventará? Los obispos españoles y el PP invocan al olvido si de hacer justa memoria se trata a víctimas y crímenes del fascismo español. Memoria que nunca se ha rendido en esta democracia más larga después de la breve Segunda República, cuya Constitución se llamó La Niña de tan pequeña que la liquidaron los confabulados.
El comportamiento de la derecha y de los obispos católicos pellizca mi memoria como si de la conspiración fascista de 1936 se tratara, y ya sé -mis hijos suelen repetírmelo- que aquello hoy sería muy raro en nuestra democracia.
Eso sí, una de mis terapias favoritas es ejercer libremente el derecho al voto que me negaron casi toda la vida: tengo esperanza en la lista que va dentro de mi sobre en la urna el 9-M, pues con mi voto también va siempre la memoria.
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