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Apuntes
Columna
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Educación y elecciones

No debería sorprendernos, aunque nos duela, que la educación esté ausente del debate electoral, puesto que constituye un problema menor para la mayoría de nuestros compatriotas. Así lo atestigua el barómetro del CIS de diciembre de 2007, según el cual la educación ocupa la novena plaza en las preocupaciones de los españoles, tanto si se contabiliza una sola respuesta de los encuestados (en cuyo caso son prioritarias la economía, la vivienda, el paro, la calidad del empleo, las pensiones, la inseguridad ciudadana, el terrorismo y la emigración, por ese orden) como si se contabilizan tres respuestas (precediendo entonces a la educación el terrorismo, el paro, la economía, la vivienda, la emigración, la inseguridad ciudadana, la calidad del empleo y la clase política). Este desdén por la educación (no importa su incidencia a largo plazo en la economía, el paro o la calidad del empleo, según se ha podido ver en Irlanda, los países nórdicos y los tigres asiáticos) podría deberse a la percepción de que las cosas van razonablemente bien, pero también al desánimo ante un mal que se antoja irremediable, dado que los políticos, incapaces de alcanzar consensos, no saben hacer otra cosa que zarandear sin descanso el sistema educativo.

El desdén ciudadano por la educación puede deberse al desánimo ante un mal irremediable

Repartidas como están las competencias educativas entre órganos legislativos y administraciones de ámbito estatal, autonómico y local, los políticos de todos los colores, y con ellos los pedagogos de salón que les asesoran, se esfuerzan por convencernos de que "el sistema educativo español no solo lo hace bien, sino que lo hace muy bien" (Mercedes Cabrera, ministra de Educación). De ahí que afirmen que los resultados negativos cosechados por nuestros quinceañeros en las sucesivas encuestas PISA sobre lectura, matemáticas y ciencias experimentales solo son ligeramente inferiores a los de sus coetáneos europeos, ocultando la vergonzosa defección de las autonomías con peores resultados (encabezadas por la valenciana) y la violación de los protocolos por buena parte de las restantes, que sesgan las muestras para mejorar sus resultados en la evaluación.

A ellos se ha dirigido Arturo Pérez Reverte en su desgarrada carta abierta Permitidme tutearos, imbéciles (ABC 23/12/2007): "No quiero que acabe el mes sin mentaros -el tuteo es deliberado- a la madre. Y me refiero a la madre de todos cuantos habéis tenido en vuestras manos infames la enseñanza pública en los últimos 20 o 30 años. De cuantos hacéis posible que este autocomplaciente país de mierda sea un país de más mierda todavía. De vosotros, torpes irresponsables, que extirpasteis de las aulas el latín, el griego, la Historia, la Literatura, la Geografía, el análisis inteligente, la capacidad de leer y por tanto de comprender el mundo, ciencias incluidas. De quienes, por incompetencia y desvergüenza, sois culpables de que España figure entre los países más incultos de Europa, nuestros jóvenes carezcan de comprensión lectora, los colegios privados se distancien cada vez más de los públicos en calidad de enseñanza, y los alumnos estén por debajo de la media en todas las materias evaluadas".

Antonio Muñoz Molina envía también sus saludos a los pedagogos (El libro ilimitado, Babelia, EL PAÍS 15/12/2007): "La enseñanza pública se deteriora irreparablemente en España gracias a una conspiración de ignorancia tramada desde hace años por la chusma política y la secta pedagógica y las autoridades ya tienen un culpable: el franquismo. Quién si no. (...) A los expertos, a los gurús de la jerga psicopedagógica y a los enchufados no les cabía la menor duda: los que alertábamos sobre la degradación de la enseñanza nos habíamos vuelto de derechas y no sabíamos nada, no entendíamos de nada. Ellos sí que entendían: a la vista están los resultados".

Tampoco se muestra complaciente con políticos y pedagogos Luis Leante (Blog del IES El Plá de Alicante, 4/1/2008): "Cuando hace ocho años Philip Roth publicó esta Mancha acusadora, algunos pensaban que nuestro sistema educativo nunca podría llegar a los niveles de los norteamericanos. Siglos de tradición humanística, sentido común y cierta dosis de esperanza nos hacían pensar así. Pero en menos de una década, la crítica que la novela hace al sistema educativo norteamericano es como un eructo de bebé comparado con la cloaca social en que se ha convertido la enseñanza en nuestro país, y especialmente en algunos de nuestros reinos de taifas. Leyes, contraleyes, decretos y contradecretos; jefes, jefecillos, tontucios y tontos del culo han copado los puestos de la sala de control y la nave de enseñanza cruza los rápidos del siglo XXI gobernada por aquellos que en el aula fueron profesores mediocres y en los despachos enmoquetados son déspotas, resentidos, prevaricadores, amiguistas, mafiosos, clientelistas, presuntos delincuentes y fabricantes de leyes que perpetúen y legitimen sus delitos".

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Puede que no seamos muchos los preocupados por la educación en España, pero nuestra preocupación es tan genuina y profunda que quizás merezcamos que los programas electorales y los debates entre candidatos dediquen algún parrafito a la bagatela educativa, no vaya a ser que pierdan algún voto: si casi todo el mundo civilizado permite optar a los alumnos de menos de quince años (diez en Alemania) entre la escuela profesional y el instituto (llámese gymnasium, lycée, grammar school o college preparatory high school), ¿por qué no aquí, permitiendo aprovechar las clases y ampliar el ridículo bachillerato español de dos años? ¿Por qué algunos se rasgan las vestiduras ante esta propuesta (que juzgan discriminatoria, por interés o capacidad) mientras guardan silencio ante la segregación social auspiciada por esa anomalía europea que es la concertación de centros privados? ¿Mejorará la calidad de la enseñanza con la eliminación de los exámenes prácticos en los concursos de acceso a cuerpos docentes, de modo que ya no se sabe si el futuro profesor de inglés lo habla o no o si el de matemáticas sabe o no resolver problemas?

¿Guarda relación esa medida con los futuros másteres de educación secundaria, que permitirán convertir en profesor a un poste de telégrafos?

Miguel Ángel Goberna es catedrático de Estadística e Investigación Operativa de la Universidad de Alicante.

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