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Reportaje:

Integración, sí; asimilación, no

Tanto la 'sharía' propuesta en Inglaterra como el contrato de Rajoy implican diferenciación - Lograr la convivencia es mucho más complejo

María R. Sahuquillo

La pugna entre modelos de integración ha estallado por fin en España, sorprendentemente, años después de que el tsunami de la inmigración se despertara y sumándose al calor del debate en Europa. ¿Integración o asimilación? ¿Multiculturalismo, gueto o convivencia? ¿Hasta qué punto permitir la diferencia?

La idea de un contrato para respetar costumbres lanzada por el PP, en España, y la del arzobispo de Canterbury de permitir partes de la ley islámica (sharía), en Reino Unido, son dos caras de la misma moneda (¿o poliedro?). Y ambas fomentan la diferencia. La integración y la armonía social no necesitan, según los expertos, ni contrato ni sharía.

Londres y París han tenido sus dosis de fracaso. España está a tiempo de aprender
En Francia hay entre 8.000 y 15.000 familias polígamas
Los modelos multiculturales también han generado sus guetos
La respuesta pasa por acomodar los servicios públicos a la nueva realidad
La inmigración se ha convertido en la tercera inquietud de los españoles
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Modernizar la 'sharía'

La polémica sobre la integración de inmigrantes tiene su punto de mira en la comunidad musulmana. Hoy viven alrededor de 13 millones de fieles de esta confesión en la UE -más de un millón de ellos en España-. Representan más del 3,5% de la población. Holanda anunció hace unos días que prohibirá el uso del burka en centros oficiales y escuelas. Francia veta cualquier símbolo religioso en los colegios. Y el Partido Popular también quiere prohibirlo. Al otro extremo, Turquía ha levantado la prohibición de llevarlo en la Universidad.

"La medida del PP alude directamente a los musulmanes", asegura Said Kirlani, presidente de la Asociación de Estudiantes Universitarios Marroquíes. Kirlani es musulmán y lleva siete años en España. "Hablan de nosotros como si fuésemos de otro planeta", dice. "Se han copiado debates que hay en Europa y que aquí no existían. En España no hay un problema importante de convivencia con los musulmanes", dice Estrella Rodríguez, directora general de Integración de Inmigrantes del Gobierno.

Si la propuesta de Rajoy desató la polémica en España, las palabras de Rowan Williams, jefe de la iglesia anglicana, en favor de aplicar la sharía en Reino Unido, donde viven 1,8 millones de musulmanes, lo encendieron en ese país. Williams puntualizó más tarde -a petición del primer ministro Gordon Brown- su discurso, alegando que se refería a implantar "opciones adicionales" para los musulmanes "acomodadas" a la ley británica. Los musulmanes que viven en ese país no estuvieron de acuerdo. "Lo que se debería lograr es que la ley reconozca ciertos elementos como las herencias o los matrimonios", propone por teléfono desde Londres Salah Sharif, consejero de la Fundación Dar Al Islam. Sharif es iraquí. Llegó a Reino Unido en 1991 y tiene la nacionalidad británica. El Consejo Musulmán británico no se mostró partidario de aplicar la sharía. Afirmaron que no apoyarían un sistema dual.

El PP asegura que su plan se enuncia para "evitar" que surjan en España propuestas como la de Williams. "Somos conscientes de lo que ha ocurrido en países como estos. Allí no se quiso hacer una política de integración, se ignoró el fenómeno y han surgido guetos dentro de la misma sociedad. Queremos adelantarnos y evitar que eso suceda en España", dicen fuentes del PP.

El modelo británico, que respeta profundamente la diferencia, fue considerado exitoso hasta que los atentados de julio de 2005 destaparon un tipo de musulmán ya nacido en suelo británico, con estudios y trabajo, capaz de odiar hasta matar. Y hoy todo vuelve a estar en cuestión. La sociedad se siente fracasada y una propuesta como la del arzobispo azuza el fuego del debate y la contradicción. De nuevo: ¿multiculturalismo o asimilación?

En Francia, sin embargo, el paisaje ha sido muy diferente. El gueto creció en un gran fracaso del Estado, que se asombró ante su imagen en el espejo de los disturbios de las banlieues en 2005. Un país que primero había ignorado al inmigrante y que después ha intentado la asimilación en la tradición secular: prohibidos el velo y símbolos religiosos en la escuela. "Una fórmula que pasa por aceptar una nueva identidad -la del país de acogida- y que puede llevar a abandonar las costumbres de origen y al desarraigo", según Ana Planet, profesora de Sociología del Mundo Árabe de la Universidad Autónoma de Madrid. Para ella el modelo de asimilación no es adecuado: "Ni los inmigrantes ni la sociedad olvidan sus orígenes. Siempre te etiquetan. Incluso los que son ya franceses son tratados como inmigrantes".

En Francia hay entre 8.000 y 15.000 familias polígamas, según datos de 2005 de la comisión parlamentaria francesa, un reflejo de que el gueto impermeable es fuerte. Unas 70.000 mujeres en este país son víctimas de matrimonios forzosos. Por no hablar de las dificultades que tienen muchos inmigrantes para conseguir empleo. "Incluso los de tercera generación", dice Lorenzo Cachón, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.

¿Es mejor entonces el modelo de integración multicultural británico o belga, en el que todo el mundo intenta vivir en paz pero en el que nadie se relaciona? En el multiculturalismo también hay guetos. Betül vive en el barrio de Schaarbeek, la pequeña Turquía de Bruselas. Nació en Bélgica hace 29 años, de padres turcos. Es musulmana. No lleva velo. "Aún no estoy preparada, pero creo que me lo pondré", cuenta por teléfono. Estudió turismo y trabaja en un hotel. Cree que si se pone el pañuelo le perjudicará en su trabajo. A pesar de todo explica que "a veces" se siente presionada por sus familiares para llevarlo. "Sobre todo por la familia de mi padre", cuenta.

¿Ocurre lo mismo en España? ¿Cómo evitar que se formen los temidos guetos? ¿Se puede controlar que una niña no sea presionada para llevar el velo? Estrella Rodríguez asegura que en España no hay barrios como el de Betül. "Hay que trabajar para evitar que existan, hay que fomentar la inversión pública y lograr que los inmigrantes no se instalen en barrios ya degradados", dice.

Pero los problemas de integración existen. La inmigración se ha convertido en la tercera preocupación para los españoles, según el CIS. Hay problemas educativos, sanitarios o sociales. "Sobre todo de capacidad de acogida", asegura Cachón. Sin embargo, para Rodríguez esos problemas se solucionarían "redimensionando" los servicios públicos para acoger a todos los ciudadanos.

El PP asegura que para la integración sólo son "indispensables" dos elementos: "voluntad por parte del inmigrante y que haya empleo". Las asociaciones no opinan lo mismo. "La integración es cuestión de dos, de los extranjeros y de la sociedad. Siempre pedimos al inmigrante que actúe y olvidamos que, a veces, la sociedad cierra sus puertas", asegura Riay Tatari, presidente de la Unión de Comunidades Islámicas de España.

"Tengo una compañera de trabajo musulmana. Lleva velo y sé que mientras su marido y sus dos hijos comen en el salón ella lo hace en la cocina. No quiero eso en España. Tampoco reuniones clandestinas en las mezquitas que terminen con una sorpresa desagradable", dice Juan Martínez, profesor en un colegio de Algeciras. Su opinión es común a muchos europeos. "¿Cómo sé que una chica que lleva velo lo hace por ella misma o por presiones?".

Sacar las mezquitas de los garajes y pisos y que haya control sobre ellas, como se hace con las iglesias, es un método, según Rodríguez. "Lo que es difícil es controlar que una mujer lleva velo porque quiere. Debemos darle todos los elementos para decidir. Que prime la educación, y no permitir que se dejen de hacer actividades obligatorias como la gimnasia", dice.

España supera la media europea en integración, según el último Índice de Políticas de Integración de Inmigrantes de la Comisión Europea, por encima de países como Reino Unido o Francia. La comunidad islámica se siente "bastante adaptada" a la vida y las costumbres españolas. Un 80%, según una encuesta de Metroscopia de 2006. Aún así, el 40% de ellos siente que los españoles desconfían de sus creencias. El lado opuesto lo ilustra una encuesta de la Universidad de La Sapienza de Roma. El 50% de los jóvenes de entre 14 y 18 años creía que los musulmanes tienen "leyes bárbaras y que apoyan el terrorismo internacional".

Vuelve ese resquicio del miedo al desconocido, al diferente. Un debate que a veces olvida que también hay musulmanes españoles, franceses o británicos, a pesar de que, para muchos, el estado moderno no es religioso. Giovanni Sartori, politólogo y premio Príncipe de Asturias, uno de los primeros pensadores de izquierdas que criticaron el multiculturalismo asegura en una de sus obras que "el inmigrante de cultura teocrática plantea problemas muy distintos del inmigrante que acepta la separación entre religión y política". Ana Planet no está de acuerdo: "Parece que si te invaden mujeres con pañuelo es lo peor que te puede suceder. Piensan que son caballo de Troya de otras historias". "España es un Estado laico y en él impera la libertad religiosa, tanto si se es religioso como si no", asegura.

Pero entonces, ¿qué política de acogida es más adecuada? Ni la francesa ni la británica, según el Gobierno y el Partido Popular. Los inmigrantes lo tienen claro. "Dejar de coexistir y pasar a convivir", dice Mekia Medjar, argelina de 34 años. Y eso para ella necesita más participación. El único sistema adecuado para Cachón: "Hay que dejar de considerar al inmigrante mano de obra temporal y tenerlo en cuenta en términos de ciudadanía. Eso es la integración, que la sociedad de acogida acepte la presencia de los extranjeros incorporando al bagaje común lo que los extranjeros traen".

Hay 13 millones de musulmanes en la UE, más de un millón en España.
Hay 13 millones de musulmanes en la UE, más de un millón en España.REUTERS

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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