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Reportaje:

"Aquí podemos encontrar trabajo"

Los menores inmigrantes del centro de Vitoria se toman la polémica sobre su situación como una anécdota

Abdul, Jaimi, Gones y el resto salen alegres del comedor social de Desamparadas, en Vitoria. Son cerca de las dos de la tarde. En el centro de la ciudad, junto a los mejores comercios, en una paradoja más con la que se encuentran estos menores inmigrantes desde que llegan a Europa, los veteranos arropan a los últimos llegados a la capital alavesa, al centro de acogida Zabaltzen. Se saben protagonistas de una historia que ha ocupado a los medios de comunicación en los últimos días: las condiciones en las que viven 28 jóvenes en estas dependencias de la Cruz Roja, abiertas de manera provisional en 2003 y destinadas en principio a 12 menores.

Su estancia en Vitoria es dura, espartana. Una ducha, tres lavabos, tres tazas de váter y sin colchones para todos. Sin embargo, para quien ha cruzado el Estrecho de Gibraltar en los bajos de un camión, como el tangerino Abdul, la situación se soporta con buen humor, sabiendo lo que se ha dejado detrás. Que se lo pregunten si no a esos otros dos jóvenes de mirada temerosa, que no hablan una palabra de español, procedentes de Guinea Conakry. Se presentaron el martes, tras una aventura de dos meses, que incluye la travesía en patera desde Senegal a Canarias, durante 15 días.

"Si son niños sin pelo"

Abdul ejerce de líder de la cuadrilla que come a diario en este dispensario de Desamparadas, con punkies reconvertidos en vagabundos, personas con escasos recursos y algún que otro joven inmigrante que ha superado la mayoría de edad. Uno de estos, Mohamed, procedente de Casablanca, bromea con las dudas que la Diputación de Álava, responsable de la gestión de Zabaltzen, ha difundido en los últimos días. "Si se ve que son niños todavía, que no tienen pelo sobre los labios... ni en otras partes del cuerpo", comenta.

La diputada de Política Social, Covadonga Solaguren, afirma que hasta 15 de los 26 residentes en el centro superan la mayoría de edad, según las pruebas físicas que se realiza a todo el que llega allí. La ley de Extranjería establece que se estima la edad de los menores inmigrantes a partir de sus papeles legales. Y estos chicos, según su pasaporte, no han cumplido los 18.

La denuncia del Gobierno foral llegó tras las quejas de los monitores de Zabaltzen por la precariedad en la que vivían los inmigrantes. "No dudamos de que haya picaresca, pero lo importante es ofrecer unas buenas condiciones de residencia; no tiene sentido denunciar ahora que hay mayores de edad", apuntó ayer Diego de Cristóbal, uno de los monitores.

Abdul, que estudia Albañilería, o Gones, quien se está formando como pintor, tienen las cosas claras. Tanto como para dejar su casa y arriesgarse a viajar debajo de un camión. Quieren cambiar de vida. Cuando se les habla del efecto llamada del que habla Solaguren para explicar la saturación del centro, responden: "Claro que nos gusta el País Vasco. Aquí se vive bien, pero estamos en Vitoria no por el centro de acogida, sino porque hay posibilidades de encontrar un trabajo".

Abdul, Jaimi y Gones se marchan, después de comer a sus cursos de formación. Pícaros -piden dinero al fotógrafo para dejarse retratar-, sabedores de su cuarto de hora de fama, alegres como jóvenes que son, viven la vida.

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