El hundimiento del New Flame, crónica de un desastre
Desde hace algunas décadas se viene avisando reiteradamente desde diversos sectores de la población del Campo de Gibraltar de la situación insostenible existente en las aguas de la bahía de Algeciras. Efectivamente, en una zona especialmente reducida se multiplican las circunstancias potencialmente peligrosas en relación con la seguridad marítima con afectación directa sobre el medio ambiente de la zona y la calidad de vida de sus habitantes. Y todo ello derivado directa o indirectamente de las controversias sobre Gibraltar.
Esto es, la controversia sobre Gibraltar se proyecta sobre dichas aguas motivando una absoluta falta de acuerdo entre las partes implicadas en relación a la delimitación de los espacios marinos. Se produce pues una peculiar paradoja, mientras que oficialmente España mantiene que en virtud de los términos del artículo X del Tratado de Utrecht la cesión de Gibraltar se realizó sin aguas bajo su jurisdicción salvo las aguas interiores del puerto (interpretación amparada en la doctrina conocida como "costa seca"), en la práctica no se ejerce competencia alguna de control sobre lo que sucede en la mitad oriental de la Bahía que queda bajo el control de las autoridades gibraltareñas. Ha sido reiteradamente denunciado que en las aguas adyacentes a Gibraltar se realizan prácticas marítimas de alto riesgo, como el suministro de combustible de autopropulsión o bunkering desde gabarras que se suministran en enormes buques fondeados en torno a Gibraltar, siendo éste uno de lo mayores proveedores de suministro de combustible de todo el Mediterráneo (4,3 millones de toneladas fueron suministradas en 2007). Varios son los factores que han contribuido al espectacular desarrollo de esta actividad: el privilegiado estatuto fiscal del territorio en el marco de la Unión Europea que permite fijar precios enormemente competitivos; el emplazamiento en un lugar estratégico en una de las principales vías marítimas transcontinentales como es el Estrecho de Gibraltar y finalmente, según ha sido reiteradamente denunciado por distintas asociaciones ecologistas, un control laxo por parte de las autoridades gibraltareñas de los buques que acuden a suministrarse de combustible y que eluden otros puertos europeos con inspecciones más estrictas en aplicación de la cada vez más exigente normativa internacional y europea en materia de prevención de la contaminación del medio marino tras las catástrofes de los tristemente célebres Erika y Prestige.
"Existe entre la población una total sensación de desamparo"
En definitiva, resulta bastante habitual la imagen de un número importantísimo de buques fondeados en torno a la Roca, muchos de ellos buques subestándar con pabellones de conveniencia. Si a ello añadimos el denso flujo de buques que entran y salen de la Bahía hacia las instalaciones del mayor puerto de España según diferentes criterios, el de Algeciras, el tráfico recreativo y la presencia de buques pesqueros es bien evidente los enormes riesgos presentes al no existir coordinación alguna entre las autoridades marítimas gibraltareñas y españolas.
La colisión entre el New Flame y el petrolero Torn Gertrud el 12 de agosto de 2007 no es en absoluto un incidente aislado, siniestros anteriores como la colisión entre el buque tanque Spetses cargado con 139.000 toneladas de crudo ligero para la refinería de CEPSA y el crucero Van Gogh partiendo desde Gibraltar en septiembre de 2004 recuerdan las consecuencias de la falta de colaboración hispano-británica que se traduce en la ausencia de sistemas de regulación del tráfico marítimo en la Bahía de Algeciras.
Es cierto que el Foro de Diálogo a tres bandas sobre Gibraltar, uno de los enfoques más originales y valientes de la diplomacia española sobre la controversia, ha incluido en el orden del día de los temas a tratar en su última reunión celebrada en noviembre de 2007 en el Convento de la Almoraima los asuntos de medio ambiente y seguridad marítima, pero queda por ver si existe una verdadera voluntad para abordar estos temas o bien, quedará, como suele ser habitual, como un elemento de retórica diplomática alejado de compromisos reales y efectivos.
Los vertidos en aguas de la bahía de Algeciras, continuos en el tiempo como consecuencia del bunkering, así como las descargas de hidrocarburos accidentales como en el caso del New Flame van deteriorando sensiblemente el medio ambiente marino afectando seriamente a la calidad de vida de los habitantes de todo el arco de la Bahía y sacrificando sus posibilidades de alcanzar mecanismos de desarrollo sostenibles.
Y lo peor es que como en el caso de la crisis del submarino nuclear Tireless existe entre la población una total sensación de desamparo en la gestión de la crisis ante la incompetencia de unos y la ausencia de otros.
Jesús Verdú Baeza es profesor de Derecho Internacional Público del Centro de Derecho de Algeciras
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