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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Baja intensidad

La primera jornada de la Pasarela Cibeles con las propuestas para el próximo otoño-invierno abrió con Ágatha Ruiz de la Prada y siguió un desconcertante Jesús del Pozo, que en un esfuerzo por ponerse al día recurrió a una sombría paleta encabezada por una gradación de morados y acabó con metalizados. Fueron constantes las capas pluviales con o sin capucha y en formato abrigo de cochero, acompañadas a veces del casco verdugo. Los vestidos llevaban cuellos dobles de bacía en "organza" y las lanas de peso estaban cortadas al láser. Fruncidos, escalonados de cascada y juegos de papiroflexia se articulaban en un aire neogótico que se apoyó en sargas oscuras y lanas rústicas. Las superposiciones, que buscaban un contraste a partir del gramaje de las materias, a veces no resultaban nada convincentes. Fin de fiesta con mensaje tan críptico como temerario.

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Cibeles vuelve por sus fueros

Duyos se inspiró en el suprematismo ruso y en la moda que se generó en Leningrado en los primeros años veinte (para muchos, un momento no superado y en el que bajo la tutela de Malevich y Rotchenko se vieron las históricas e imitadas creaciones textiles de Natalia Gontcharova y Alexandra Exter, entre otros) y sus referentes se plasman en citas geometristas literales por la técnica simple de la aplicación (a un paso del parche); Duyos hizo asociación exótica de tejidos y texturas que se magnificaban con punto grueso, raso muaré y tornasolados.

Vestidos lenceros

Ya en la tarde y tras Lemoniez, Ángel Schlesser deparó oficio con anchos pantalones pinzados, vestidos de satén lencero negro o perla y una sucesión de plegados suaves en silhouette, volantería ad líbitum en cuellos asimétricos y la combinación manierista y tan milanesa del oro viejo con el negro empolvado. Tuvo Schlesser un detalle inspirado: la semihombrera galón exterior que obtiene volumen del rizado radial, y de ello hizo emblema hasta en sus trajes largos donde la evocación a Madelaine Vionnet era como un exergo literario.

Victorio & Lucchino, en su línea que roza con gracia el exceso, se afincó sobre los ecos de la dolce vita romana y la línea de los setenta en paleta apagada solucionando una ropa recamada de pedrería, piel de pelo largo y bordados de tradición en profusión. Ahora es buena ocasión para referirse al cast, inmejorable y de los mejores que se recuerdan en la pasarela madrileña, desmerecido por una peluquería que se apunta con fervor al "feísmo" y el descuido (que la insensatez de la población fanática del sector llama "casual") y un aparato de maquillaje que tiene como himno aquello de "con tu blanca palidez".

Resumiendo, están presentes ecos de los setenta y referencias a la costura de culto.

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