Volar mientras partes el mundo en dos
Sergio Prego exhibe Bisectriz en el stand de EL PAÍS, junto a Jaume Plensa. Según él, "la tecnología influye en la mirada y transforma las normas de representación"
Flotar sobre un paisaje de grúas y naves industriales, hacer esculturas con humo o poner enormes paredes blancas en movimiento. A Sergio Prego (San Sebastián, 1969) le gusta soñar y jugar. Sus vídeos Tetsuo bound to fail (1998) y Black monday (2006) o la instalación Winter star (2003) son sólo tres ejemplos.
La fotografía, la escultura, la instalación y el vídeo son los campos de acción de este artista, uno de los jóvenes españoles con mayor proyección internacional. Prego ha mostrado trabajos en los que transforma la percepción del espacio y el tiempo en el MOMA, la Bienal de Venecia y Basilea, y en sus galerías de Nápoles, Berlín y Nueva York. En febrero de 2007 terminó su individual en esta última ciudad. Un año después se afana en terminar dos piezas para el Marco de Vigo y el Musac de León.
Asiduo en Arco con la galería Soledad Lorenzo, Prego regresa a la cita en Madrid para presentar su nueva videoinstalación, Bisectriz en el stand de EL PAÍS, sobre la que se da amplia información mañana en El País Semanal. Una obra con la que prolonga hasta la sala de exposición el estudio de su casa. "Los vídeos entran en conflicto con el espacio expositivo, obligan a buscar soluciones que nunca son fáciles ni claras. Hay siempre un cierto nivel de contradicción y paradoja", asegura. A partir de esta premisa, él intenta cambiar las reglas establecidas en este nuevo trabajo con elementos sencillos y depurados. "Hay elementos en este trabajo en los que el espectador se puede proyectar en una realidad inmediata", afirma.
En Bisectriz, la habitación de su estudio, el espacio ordinario se vuelve inquietante. Un cuerpo, el del propio Prego, levita en diagonal y parte el mundo corriente en dos, como la recta geométrica que da título a esta obra. La cámara lo rodea como si diera vueltas alrededor de una escultura. Prego considera que esta pieza está estrechamente relacionada con Anti y Para, los vídeos que realizó inspirándose en el trabajo de la coreógrafa y performer norteamericana Trisha Brown. Volúmenes y cuerpos juegan un papel fundamental en el trabajo del artista vasco aunque huye de las categorizaciones temáticas. Para él, "cuando usas el cuerpo parece que todo se asocia con algo gestual. No es así en mi obra. En Bisectriz, el acento está en la representación y el lenguaje".
Prego se esfuerza en romper los límites de la pantalla plana. Le gusta referirse a su obra como escultura y, por sorprendente que parezca, trata el vídeo como un encuentro accidental. No se ve encajonado en la pantalla. "El arte se convierte en una forma de espectáculo y esto es un problema para muchos artistas. La demanda para que ejecutes un tipo de producción es mayor y vas perdiendo libertad".
Su pasión escultórica, sin embargo, no es algo azaroso. Le viene de sus maestros. En Arteleku entró en contacto con el grupo de la llamada Nueva Escultura Vasca, integrado, entre otros, por Txomin Badiola, José Luis Moraza y Ángel Bados. Siguiendo a Badiola llegó a Nueva York hace 14 años y allí se encontró con Vito Acconci, en cuyo estudio trabajó cuatro años.
A finales de los noventa, con un montaje digital de cientos de fotos fijas, tomadas con un circuito de cámaras, consiguió multiplicar el punto de vista y alterar la percepción del tiempo en tres de sus obras. Un efecto anterior a Matrix que además aproximó a Muybridge al siglo XXI. Prego asegura que "al transgredir las normas en la captura de imágenes se transforman las relaciones entre espacio y tiempo, tal y como las entendemos. La tecnología tiene una gran influencia en la mirada y permite transformar las normas de representación".
Su caja de herramientas no deja de ampliarse. Le gusta cambiar de técnica. Tubos de nailon, electroválvulas, cilindros y compresores son algunos de los términos que este artista ha ido sumando a su léxico con trabajos como Secuencia de diedros (2007), pieza realizada para la exposición del décimo aniversario del Guggenheim, que se ha mostrado hasta el 1 de febrero. Un sistema neumático le permitió poner en marcha su escultura de paneles de aluminio.
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