La tamborrada de ETA
Veo con tristeza en televisión, la izada de la bandera de San Sebastián en el día de la tamborrada: carteles pro-ETA por doquier, en casas particulares y en el edificio de la Biblioteca Municipal, balones enormes con la palabra ETA que el público alegremente lanza de un lado a otro de la plaza, todo en un gran ambiente festivo. Estas imágenes se han repetido durante muchos años y cada vez van a más. Pero parece que a nadie le importa que se ensalcen unas palabras que significan muerte y extorsión. No les importa a las autoridades municipales, que nunca han intentado retirar ni una sola de las pancartas, para evitar disturbios y que se rompa la armonía de la fiesta, dicen. Ni importa a muchos ciudadanos que tristemente se han acostumbrado a convivir con esa lacra.
Y luego políticos y ciudadanos de bien acuden a los funerales y guardan cinco minutos de silencio por las víctimas de ETA y ya está, ya han lavado su conciencia. Esta gran hipocresía emanada del miedo y la cobardía hacen posible que después de 30 años sigamos igual y que no se divise ninguna salida cercana. Se dice que para que ETA desaparezca sólo tiene que dejar las armas, pero esto no ocurrirá si sigue teniendo tanto apoyo social, el del nacionalismo radical y sobre todo el del moderado (PNV), que da una de cal y otra de arena, y mientras exista tanta desidia del resto de la sociedad.
Por todo esto, todos los años por el 20 de enero, me acuerdo más de aquellas personas que con gran valentía y a pesar de las amenazas, siguen al pie del cañón, denunciando día a día tanta injusticia, tanta mentira y tanta hipocresía. Para todos ellos mi más profunda admiración.
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