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Crítica:LA PELÍCULA DE LA SEMANA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Emoción contagiosa

Carlos Boyero

No es la primera vez que el cine nos cuenta lo que ocurre en el cerebro y en los sentimientos de una persona cuyo cuerpo ha quedado paralizado a perpetuidad, el inimaginable sufrimiento de saber que tu organismo es un vegetal aunque tus sensaciones, tus recuerdos y tus emociones sigan latiendo.

Dalton Trumbo, aquel excelente guionista que mantuvo su dignidad a un precio salvaje en la siniestra caza de brujas de aquel canalla fanático llamado McCarthy, lo contó sin demasiada inspiración, aunque lógicamente le llovieran las bendiciones progresistas en la única película que dirigió, la irregular Johnny cogió su fusil. Al conmovedor Ramón Sampedro de Mar adentro al menos le quedaba la palabra, que utilizaba con tanta mordacidad como seducción. Al protagonista del desgarrador documental Las alas de la vida, el admirable Carlos Cristos, condenado a la devastación física por una implacable enfermedad degenerativa, también podía comunicarse mediante su tembloroso lenguaje y otorgarnos auténtica vida a los emocionados espectadores.

LA ESCAFANDRA Y LA MARIPOSA

Dirección: Julian Schnabel.

Intérpretes: Mathieu Amalric, Emmanuelle Seigner, Marie-Joseé Croze.

Género: drama, Francia, 2007.

Duración: 112 minutos.

Jean-Dominique Bauby se llama el hombre que se siente como si estuviera atrapado dentro de una escafandra, pero que gracias al uso que hace de su imaginación y de su memoria podrá alejar el cautiverio mental y volar por el espacio y el tiempo como una mariposa. No fue la guerra, ni una maldita roca con la que impacta tu cabeza en el lúdico acto de lanzarte al mar, ni el lento y torturante proceso en el que la odiosa enfermedad va carcomiéndote día a día. Al trágico héroe de esta sensible y compleja película el hostión le llegó sin avisar, en forma de infarto cerebral, transformándolo en un guiñapo al que la ciencia médica se empeña en cuidar, en prolongar su atroz supervivencia. Su única forma de relacionarse con el mundo está reducida a la visión de uno de sus ojos. Mediante los movimientos de éste logrará algo tan épico como escribir un libro que presupongo hermoso, a corazón abierto, sin tiempo ni ganas para mentirse a uno mismo ni a los demás.

Julian Schnabel logra crear un universo doliente y fascinante describiendo el monólogo interior de ese inmovilizado pedazo de carne, sus sentimientos hacia el mundo que le rodea, las visitas o las ausencias de la gente que ha amado, las alegrías y los lamentos que le impone el ejercicio de la memoria sentimental, el malhumor o la sorna ante el tratamiento que le ofrecen médicos, terapeutas y enfermeros, el repaso a los encuentros, desencuentros, plenitud, angustia, pérdidas y anhelos que marcaron su existencia.

Lo que ocurre en la mente y en el corazón de este hombre roto te perturba, te identifica, te apena, te exalta, te conmueve. Habla del sufrimiento extremo, la impotencia, la desesperanza y la muerte, pero está llena de amor a la vida. Y lo contagia.Julian Schnabel logra crear un universo doliente y fascinante

Vídeo: ELPAIS.com
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