Entre plantas alucinógenas y ritos ancestrales
Eloi Ysàs presenta en el festival OVNI sus vídeos sobre curanderos de la Amazonia
La paciente, inmóvil como una estatua inca, deja que el curandero chupe con fuerza el mal desde su tabique y su nuca, para luego escupirlo sobre el suelo de tierra de su cabaña. Lucio Muñoz tiene 80 años, vive en el pueblo amazónico de San Francisco y procede de una estirpe de chamanes shipiba, que llega hasta donde puede la memoria.
"Incluso los que me querían ayudar, intentaban disuadirme"
Cura con hierbas, ritos ancestrales y la poderosa ayahuasca, "la planta maestra", que hervida con un arbusto llamado chacruna, es un potente purgativo, purificador y psicotrópico. Don Lucio es uno de los médicos tradicionales de la cuenca Amazónica, que Eloi Ysàs (Barcelona, 1985) ha ido a buscar en pueblos, alejados de cualquier ruta turística. "Incluso los que me querían ayudar, antropólogos, arqueólogos y etnobotánicos, intentaban disuadirme", recuerda.
El resultado de dos meses de búsqueda y decenas de horas de grabación se condensa en dos documentales Sierra y selva, arte chamánico en Perú y Ayaruna, espíritu de las plantas amazónicas, que el propio autor presentará hoy, en la muestra de vídeo y documental independiente OVNI, que se celebra en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). "El primero relata las técnicas de curación que usan los indígenas peruanos de la región andina y la selva amazónica, y el segundo se centra en su cosmovisión y en la experiencia exotérica e introspectiva vinculada al uso de plantas ceremoniales y medicinales", explica Ysàs, que se propone continuar el ciclo, Sumirunas, sabios del cielo en la tierra, con otros vídeos que "recopilen las tradiciones y analicen su repercusión en el presente y el futuro".
En sus vídeos, grabados con gran angular "para reforzar la sensación de íntimo y subjetivo", no hay voz en off ni subtítulos, tan sólo hablan los protagonistas: el arqueólogo Nacho Alva, que enseña las figuras grabadas en la piedra, "porque de la tierra surgen todos los seres"; el maestro Pablo Amaringo, que pinta las visiones obtenidas con la ayahuasca; el santero Víctor Bravo, que cura con hierbas, piedras y figuritas encontradas en las ruinas de Huaca, "porque el arte tiene poder y da fuerza"; y el chamán Goyo Caynamari, que crea surrealistas amuletos con vegetales, animales disecados y viejos CD, llegados quién sabe cómo a ese rincón remoto.
Lo místico es ajeno al folclor y don Solón, maestro ayahuasquero de 90 años, conocido en toda la región, no tiene ninguna parafernalia para sus rituales. Recibe a sus pacientes en un cuartucho, donde los calendarios de mujeres desnudas cuelgan junto a las imágenes de la Virgen, y no sabe que el alucinógeno brebaje, que reparte en vasos de plástico amarillo, está siendo objeto de una ardua reivindicación. El incidente de biopiratería se inició en 1986, cuando un estadounidense patentó el compuesto, que ahora está siendo investigado para desarrollar fármacos psiquiátricos y cardiacos, que podrían reportar ingentes beneficios. La COICA (Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica) afirma que nadie tiene derecho a patentar, sin permiso, un remedio tradicional usado durante generaciones, pero Estados Unidos se niega a ratificar la Convención sobre Biodiversidad de la ONU, que incluye el reconocimiento de los derechos de propiedad intelectual de los pueblos indígenas.
Desde hace siglos los habitantes del noroeste del Amazonas usan al menos 1.300 plantas con fines medicinales, experimentando con varias combinaciones y dosis, para el tratamiento de una amplia variedad de patologías, al tiempo que los farmacólogos occidentales han derivado un buen numero de remedios. Para las multinacionales farmacéuticas, la selva es un gigantesco depósito de plantas y sabiduría, sin embargo, sólo un 5% de las especies ha sido estudiada y con el ritmo actual de deforestación es muy posible que muchas desaparezcan antes de serlo.
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