Víctimas de la indiferencia
Los conductores heridos en el atentado que costó la vida a ocho españoles en Yemen buscan ayuda en Sevilla

Sin un ojo, Ahmed al Radaei no podrá volver a ganarse la vida como conductor. Y con las secuelas psicológicas que padece, a Marwan Husein le será muy difícil terminar una carrera universitaria. Es el estado en el que se encuentran los dos guías supervivientes del atentado terrorista que les costó la vida a ocho españoles el verano pasado en Yemen. Y son las ocupaciones que tenían hasta aquel 2 de julio de 2007. Gracias a una amiga, se encuentran en España recibiendo los cuidados sanitarios que su país no les ha dado. Ahora quieren pedir a su Gobierno la ayuda que nunca recibieron para rehacer sus vidas.
Ahmed y Marwan llegaron el domingo, dos días antes que su presidente, Alí Abdulá Saleh, quien aterrizó ayer en España en la primera visita oficial de un mandatario de Yemen. Pero su viaje no ha tenido nada que ver con la diplomacia. Se han buscado la vida para pagarse un billete y han recibido de vuelta la hospitalidad que ellos siempre le brindaron a Nocem Collado, una sevillana asidua a Yemen que ha negociado con varios hospitales de su ciudad para que les traten gratuitamente.
Ahmed y Marwan son tratados en clínicas españolas gracias a una amiga
Entre pruebas diagnósticas, de hospital en hospital, contaban que se han quedado sin nada: "No nos ha pagado los coches que conducíamos para ganarnos la vida". Fueron totalmente destruidos en el atentado suicida, obra más que probable de terroristas de Al Qaeda. El vehículo de Ahmed, de 28 años, era su medio de subsistencia. Y el que conducía Marwan, de 23, el de su padre, Husein. El día que guiaban a 15 turistas españoles -de los que murieron ocho y siete quedaron heridos- Husein no pudo ir a trabajar y le dejó el vehículo a su hijo Marwan, uno de los 12 que vivían gracias a su oficio de conductor.
Sobre las cinco de la tarde de aquel 2 de julio, Marwan oyó una explosión. El resto es para él un recuerdo de sangre y restos humanos esparcidos "por todas partes". Todavía no se ha repuesto de estas imágenes. Además de la pérdida de visión en un ojo y el tímpano perforado, sufre constantes pesadillas y no consigue sentarse a estudiar para el último examen que le queda para convertirse en maestro de árabe. Las consecuencias de la explosión son más visibles en Ahmed: la cara se le quedó marcada, perdió un ojo, la movilidad, y lleva meses viviendo gracias a la ayuda de su familia. No pudo ser tratado en su país y viajó a India, donde le hicieron "una auténtica carnicería", según le han dicho los médicos sevillanos que le tratan. Aquí intentan solucionar los desperfectos causados por una prótesis que era "más bien una lija", explica Collado, que ha puesto a la disposición de Ahmed, Marwan y su padre su casa, comida e incluso un intérprete. "Todo sin la ayuda de una sola ONG ni de ningún Estado", lamenta.
Pero Collado sabe que la asistencia sanitaria es pasajera. Los cristales y la metralla que ambos jóvenes tienen todavía en el cuerpo serán retirados. Lo que le preocupa es qué sucederá después. "Cuando vuelva a Yemen no tengo ni idea de qué haré. No puedo conducir y el Gobierno [de Yemen, uno de los países más pobres del mundo árabe, con una renta media que no alcanza los 700 dólares] no hace nada", lamenta Ahmed.
Las dos víctimas aprovechan la visita del presidente yemení a España para sacarle los colores. Porque, se quejan, la única respuesta de su Gobierno fue en su día una ayuda de 1.000 dólares para todos sus problemas: viajes, asistencia sanitaria, vehículos, incapacidad. "Ninguna aseguradora te paga tras un atentado, siempre se hacen cargo los Gobiernos, pero en nuestro caso, estamos olvidados".
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