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Columna
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Historia sagrada

Cuando el purpurado García-Gasco anunció la idolatría y el laicismo enfermizo que condena nuestra democracia, y el espanto de "la perspectiva de una sociedad construida en el vacío moral donde todo puede ser legitimado: el aborto, la guerra, el terrorismo, la infidelidad, el engaño y la traición", el buen pastor Camps, impulsado por tan apocalíptica señal, no se lo pensó dos veces y al frente de los elegidos emprendió la travesía hacia la tierra prometida, y la buscó por La Vega Baja del Segura, hasta encontrarla en Torrevieja. Y allí imploró: "Queremos para España un Gobierno como el de Torrevieja, la provincia de Alicante y Comunidad Valenciana", que ya es implorar desastres. Y luego alabó a su señor Rajoy. Pero antes de iniciar aquel éxodo, el buen pastor Camps meditó acerca de las palabras del prudente purpurado sobre el vacío moral y, por si acaso, se inclinó por salvaguardar no solo los intereses espirituales, sino los de cualquier naturaleza, de todos cuantos más expuestos y desamparados se encuentran frente a las acusaciones e insolencias de los pecadores. Y así, tras verse reflejado en el ojo implacable de Carlos Fabra, grabó la relación de los elegidos que han de comparecer ante el electorado y, algunos, también ante los jueces, por presuntos delitos de prevaricación, cohecho, malversación de fondos públicos, como es el caso del ex alcalde de Burriana Alfonso Ferrada, o bien otros u otras, como Andrea Fabra, hija de Carlos, cuyo patrimonio y cuentas corrientes se encuentran bajo la lupa de los investigadores. El buen pastor Camps, después de perpetrar su relación de presumible inmunidad para muchos de sus fieles, fingió no escuchar a los idólatras que la calificaron de "nepotismo orgánico", como Jordi Sevilla cabeza de lista del PSPV-PSOE por Castellón, en referencia a Andrea Fabra, o la primera de la lista para el Congreso de EUPV, por la misma circunscripción, Concha Amorós, quien señaló que Carlos Fabra no había podido "encontrar mejor candidata de número dos que su propia hija, porque hay cosas que han de arreglarse dentro de la familia", familia, por cierto, de esas muy cristianas, como predican los purpurados Rouco y García-Gasco. De esas que no provocan "vacío moral", aunque supuestamente hayan podido cometer fechorías de mucho cuidado. Quizá, con ánimo de alejarse de tanta furia, el buen pastor Camps decidió que ya era hora de abandonar Valencia y dirigirse con su grey a la tierra prometida y cómplice de Torrevieja. Así, se dejaba atrás no solo las críticas del adversario, sino cierto nerviosismo en sus menos prietas filas de lo que se piensa, y en las que algunos militantes ironizan con que, si la cosa sigue como va, la condición de imputado será imprescindible para ingresar en el PP. Pero el buen pastor Camps permanece ajeno a descalificaciones y habladurías, y está convencido de que los imputados son la sal de la vida. Para el buen pastor Camps quienes solo se inspiran en el texto constitucional y lo respetan cometen pecado de laicismo y no entrarán en el reino del purpurado García- Gasco. Sin embargo, los imputados tienen las puertas abiertas y hasta puede que con indulgencias.

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