Los butaneros islamistas y Repsol
Leo uno de los artículos de EL PAÍS sobre los detenidos en el barrio del Raval, de Barcelona, por su supuesta implicación en actividades terroristas. Dos de ellos son repartidores del butano sin nómina "que viven de la generosidad de los vecinos".
Quizá esto resulte un comentario baladí para aquellos que están lejos de la realidad de éste y otros barrios de Barcelona o de otra ciudad cualquiera, pero a mí, que conozco y sufro los entresijos del reparto del butano (en este caso, en el mismo barrio del Raval), me llena de indignación.
Lejos queda el chascarrillo de nuestro rancio imaginario popular sobre la figura del fornido butanero que aparecía en casa solícito a colocarte la bombona (y lo que hiciera falta). Ahora, los repartidores de esta gran empresa española que es Repsol son inmigrantes de origen árabe que trabajan sin ningún tipo de regulación, subiendo a pulso bombonas de 15 kilos cinco pisos, o más, sin ascensor y sin cobrar absolutamente nada, recalco nada, más que lo que nosotros podamos, o estemos dispuestos a darles por un servicio, por otro lado, funesto.
Nosotros, con sueldos de 1.000 euros y alquileres de 400, tenemos que pagar a los míseros "trabajadores" de Repsol para que se arrastren escaleras arriba acarreando 15 kilos de un gas inflamable en la espalda; sin uniforme, sin carretilla, sin ninguna clase de soporte ni seguridad, ni mucho menos social... sin aire.
No me extraña nada que por las noches, cuando el bullicio ravalero se mitiga, estos jornaleros sin nombre, sin contrato, sin nómina, recen o conspiren contra esta sociedad absurda que permite situaciones tan aberrantes en medio del adocenamiento absoluto de la gente, que, como yo, transigimos, resignados y cansados, éste y otros abusos a los derechos humanos más básicos.
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