Andrés Henestrosa, escritor
Era la voz de la cultura indígena de México
Andrés Henestrosa, considerado una de las voces más sobresalientes del siglo XX en las letras mexicanas, falleció la semana pasada a los 101 años. Poeta, narrador, ensayista, orador, historiador y filólogo, Henestrosa se mantuvo fiel hasta el último día a sus raíces oaxaqueñas, el Estado de México que reúne el mayor número de comunidades indígenas.
Su longevidad (1906-2008) le permitió intimar con José Vasconcelos, impulsor de la alfabetización y la construcción de instituciones educativas, ser testigo presencial de la revolución y atisbar a Pancho Villa en la capital mexicana antes de que el caudillo terminara acribillado en el fatídico Parral. Henestrosa fue un devoto de Benito Juárez, con quien compartió el paralelismo de salir de su pueblo zapoteca para convertirse en ilustre hablante del español, y un devoto priísta que no se avergonzaba de serlo en pleno colapso del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que controló todos los resortes del poder en México durante siete décadas.
Con 101 años a cuestas, Henestrosa mantenía una vitalidad deslumbrante y era capaz de improvisar discursos en lengua zapoteca con la misma facilidad con que relataba cuentos ancestrales o evocaciones del México centenario, según recuerda el escritor y editor yucateco radicado en Oaxaca Jorge Pech Casanova.
Heredero de la cultura indígena -nació el 30 de noviembre de 1906 en Ixhuatán, un pueblito del istmo de Tehuantepec fundado por indios zapotecos en el Estado de Oaxaca-, Henestrosa cumplió los 15 años empleando sólo la lengua materna zaa. En 1922, se trasladó a la Ciudad de México, donde conoció a su paisano Vasconcelos, que en la época era secretario de Educación. El primer diálogo entre ambos necesitó la ayuda de un intérprete, pues las nociones de español que tenía el joven Henestrosa eran limitadas.
En la capital mexicana entró en contacto con algunas de las figuras culturales más destacadas: Antonieta Rivas Mercado, Manuel Rodríguez Lozano, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Gilberto Owen, Carlos Chávez, Julio Castellanos y Julio Jiménez Rueda. Estudió, gracias a una beca proporcionada por Vasconcelos, en la Escuela Nacional de Maestros, donde pronto exhibió sus dotes para la oratoria a la hora de relatar las tradiciones orales aprendidas en su Oaxaca natal. Se graduó como bachiller en ciencias y artes. Siguió la carrera de Derecho, aunque no llegó a graduarse.
En su infancia, Henestrosa se había empapado de las historias legendarias que los habitantes del istmo de Tehuantepec transmiten de generación en generación. Buena parte de estas historias están recogidas en Los hombres que dispersó la danza, que publicó a los 23 años con ilustraciones del pintor Francisco Toledo, y se convirtió en su obra mayor. Era el año 1929 y Henestrosa inició una carrera literaria brillante, marcada por el sello de la identidad nacional y la vocación indígena e indigenista. Autor de abundantes textos y artículos que publicó en revistas y periódicos, nunca logró integrar sus trabajos en un volumen de obra completa.
Adán Cruz, biógrafo del escritor, asegura que dejó muchos textos inéditos. "Son relatos eróticos, artículos de periódico que no llegó a publicar porque había gente que podía sentirse aludida", declaró el autor de Henestrosa: nombre y renombre al diario Reforma. La defensa de la cultura indígena, con especial énfasis en la zapoteca, estuvo presente en sus escritos y en los discursos como diputado federal y senador del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
El último de los galardones obtenidos es el de doctor honoris causa por la Universidad Autónoma Metropolitana, que no pudo recoger a causa de la neumonía que le aquejaba desde diciembre, causante del paro respiratorio que puso fin a la existencia de Andrés Henestrosa.
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