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Los vecinos de las cuevas rechazan el desalojo previsto

El Ayuntamiento de Granada pedirá de nuevo al TSJA la marcha de los 'okupas'

Javier Martín-Arroyo

"Después de vivir aquí, ya no te puedes mudar a ningún sitio". Chito aclara que habitar una cueva del Cerro de San Miguel, marca. Hace ocho años que llegó y tras múltiples reformas no concibe ahora el desalojo. Pero la amenaza para que los 44 moradores, vecinos okupas según denuncia el ayuntamiento, ha sido frenada por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, sólo de manera temporal.

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El derecho a la inviolabilidad del domicilio ha protegido a los vecinos, pero el ayuntamiento presentará expedientes individuales para conseguir tapiar las cuevas una a una. El alto tribunal rechazó el desalojo porque el consistorio planteó una solicitud "acumulada" para todas las cuevas.

El problema es muy complejo. Entre pitas y tunas, desde la colina verde del Cerro de San Miguel se disfrutan las mejores vistas de la Alhambra. La postal domina toda la ciudad, con Sierra Nevada de fondo y el monumento nazarí como guinda de un pastel urbanístico muy goloso. En este entorno privilegiado, vecinos veteranos como Chito se confunden con moradores ocasionales que sólo durante meses acondicionan el medio centenar de cuevas. La mayoría son habitantes esporádicos, pero hay vecinos que cuentan con escritura pública de propiedad de su cueva, lo que ha sido crucial para que el desalojo se aplace. Ello pese a que la colina es propiedad de la empresa municipal de suelo, Emuvyssa.

"¿Tú sabes lo que es estar aquí tocando la Alhambra? Estamos en la gloria". Francisco Naveros ha acreditado ser propietario de una cueva que reforma con mimo, e intenta que el peculiar laberinto de senderos sea respetado. "Hay basura porque los nuevos no tienen donde tirarla". Naveros calcula que los vecinos con residencia establecida deben rondar la decena, y reclama un servicio de recogida de basuras, "porque los camiones pequeños sí pueden acceder, después de haber subido hasta aquí incluso excavadoras".

Aurora Fernández reside desde hace 12 años en una de las cuevas mejor habilitadas. "Vamos para atrás, porque antes venía el cartero y ahora ya no. Llevo pidiendo el teléfono dos años y me dijeron que la mejor opción sería un teléfono rural porque los operarios no se atreven a subirse al tendido". A pesar de la indiscutible belleza, no parece sencillo salir adelante. "Hace siete años se incendió la maleza y los bomberos no sabían por dónde entrar", relata.

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Unas cuevas más abajo, el británico Steward Smith se instaló hace tres meses junto a la muralla zirí para adecentar una pequeña cueva. "Soy un inmigrante económico porque era demasiado caro vivir en Inglaterra. Espero que todo siga igual y nos respeten". Otros se resignan y ven el futuro más negro. "Si no es hoy será mañana, pero tarde o temprano nos echarán porque no somos rentables", explica su vecino, que prefiere no identificarse. La asociación cultural de San Miguel Alto se opone a los desalojos previstos y ha denunciado "la recalificación urbanística de la zona y el progresivo abandono del monte" por parte del consistorio.

La concejal de Urbanismo, Isabel Nieto, ha anunciado que la intención de desalojar a los "okupas" es firme, pero parece que se hará de una forma selectiva: "Comparto el criterio del TSJA cuando se trata de verdad de domicilios, pero no cuando se trata de transeúntes".

Los moradores del Cerro de San Miguel no están solos. Las cuevas son una antigua tradición en Granada, donde existen más de 3.500 repartidas por la provincia. Sus habitantes destacan la temperatura interior, que oscila siempre entre 17 y 22 grados en invierno y verano, con el consiguiente ahorro en calefacción y aire acondicionado. No sólo eso. "La primera noche pensé que nos ahogaríamos, pero sólo era miedo por ignorancia. Nosotros y todos los amigos que vienen dormimos como nunca antes", explica Rosa María Belliure, propietaria de una cueva en Cortes de Baza, donde las cuevas son una tradición al alza.

En la comarca de Baza, los agricultores y picoleros han construido tradicionalmente cuevas que en los últimos años se han revalorizado en el mercado inmobiliario. Jean Beranguer se mudó hace 30 años para instalarse en una cueva de Fuentenueva de Orce. "No lo hice por moda, pero ahora muchos franceses, polacos e ingleses han comprobado sus ventajas", apunta.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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